Todo lo que va entre comillas en el titular que encabeza estas líneas es textual. Son reacciones internacionales a la ‘repentina’ eurofobia de Puigdemont con casi automática marcha atrás y sin protección, porque le va a costar caro. Hay más comillas, como la siguiente: ‘Es irónico, dado que huyó a Bruselas para oponerse a su extradición a España, y también porque la independencia catalana descansa en gran medida en la idea de la prosperidad de la región fuera de España pero dentro de la UE’.
Así opina Graham Keeley, corresponsal de The Times en Madrid, que destaca cómo los propios partidarios del ex president han ejercido ‘presión’ para que se retractara de sus rajada contra Europa. La entrevista con la televisión israelí en la que sugirió uno de los referéndums que tanto le gustan, pero esta vez para que los catalanes decidieran si seguían o no dentro de la UE, ha dado más pistas sobre quién es Puigdemont.
Sandrine Morel, corresponsal de Le Monde, es más dura que Keeley. Su crónica se titula ‘Puigdemont ajusta cuentas con Europa’ y explica cómo piensa hacerlo: ‘Quiere atraer el 21-D los votos de los independentistas decepcionados por el apoyo de Europa a Madrid’. Y recuerda con sorna: ‘Parece lejano aquel 2012 en que la primera gran manifestación independentista en Cataluña tenía por slogan ‘Cataluña, nuevo Estado de Europa’.
Morel afirma que la ‘propuesta radical’ de Puigdemont no es del todo nueva, y se refiere a los ‘varios accesos de cólera estas últimas semanas contra las instituciones comunitarias’ porque no le dan la razón. En su opinión, este nuevo euroescepticismo ‘puede haber puesto el dedo en la llaga’, en el sentido de que ‘cada vez es más palpable’ en las huestes separatistas: se ven menos banderas europeas que antes en las últimas manifestaciones callejeras.
Hannah Strange tiene un punto de vista totalmente distinto en The Daily Telegraph: pese a haber dado marcha atrás, los comentarios de Puigdemont ‘pueden inquietar a los votantes’ y ‘es improbable que siente bien en los partidarios de su partido’. El título de la crónica lo acerca al caso británico: ‘El líder catalán exiliado pide un voto para salir de la UE al estilo Brexit’. Sería un ‘Catexit’, ‘Catalexit’ o incluso un ‘Catalexita’, como los medios internacionales denominan esta nueva peripecia del ‘procés’.
La gran prensa internacional destaca también un dato relevante de la última encuesta de Metroscopia para El País. ‘Apenas uno de cada cuatro catalanes quiere continuar con la ruptura de España’, titula Reuters. Eso en inglés, porque en la versión española desaparece el ‘apenas’: ‘Un 24% de los catalanes quiere seguir con el proceso independentista’.
Faltan otras comillas, y son fuertes: ‘Idiota útil’. Están tomadas de la frase de justificación de un Premio Campeón de Putin, un dudoso honor que otorga cada dos semanas desde primero de año el think tank European Values. Es una institución checa que vigila, por la cuenta que les tiene dada la proximidad geográfica e histórica, a los personajes occidentales cuya actividad favorece la agresividad de la Rusia de Putin frente a Europa. And the winner is… En su edición número 23, el Jurado de Expertos del Premio Campeón de Putin le otorga el galardón a Carles Puigdemont, con una puntuación de 4,2 puntos sobre un máximo de 5. Al estilo de los Premios Nobe, o más bien como los Premios Ig o anti-Nobel, la frase que explica por qué Puigdemont merece el Premio Campeón de Putin dice lo siguiente: ‘Por convertirse en otro idiota útil al haberse unido a RT, medio seudoperiodístico de desinformación del Kremlin, para hablar de sus quejas’.
Es una referencia a la entrevista que le hizo hace días en RT nada menos que Alex Salmond, antiguo ministro principal de Escocia, en la que Puigdemont hizo propaganda de su libro de reclamaciones. La entrevista fue un éxito, en opinión del Jurado de Expertos de European Values: Puigdemont ha ganado el Premio Campeón de Putin esta semana, pero el anterior galardón fue a parar a Salmond, precisamente por aceptar ser presentador y compañero de viaje del Kremlin.
Ambos están en buena compañía. Lo mejor de cada casa a favor de la Rusia de Putin. Entre ellos, naturalmente, Marine Le Pen, que fue la primera en recibir el Premio que lleva el nombre del presidente ruso. También están François Fillon, Jualian Assange, Jean-Luc Mélenchon y el líder liberal alemán Christian Lindner, quien rompió las negociaciones para una coalición de Gobierno hace días y que ya mucho antes defendía aceptar como hecho consumado la anexión de Crimea por Moscú.
Hay nombres de la cultura también, especialmente el cine: Steven Seagal, Oliver Stone y Emir Kusturica. Todavía no le ha tocado a otro peso pesado como Gérard Depardieu, tan orgulloso él cuando Putin le otorgó la nacionalidad, y eso que su amor por Rusia fue por problemas fiscales en Francia.
Otro que tal baila: el congresista norteamericano Dana Rohrabacher, del partido republicano, ha logrado el Premio Campeón de Putin dos veces. También es en cierta forma un Campeón de Puigdemont, al ser una de sus (pocas) voces en el Capitolio de Washington…
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