Constitución: este año nada puede ser igual

Fernando Jáuregui
23:12 • 03 dic. 2017

Cada año, por esas fechas, suelo escribir, machacón, un artículo que me sale muy parecido, hablando de la necesaria reforma constitucional. En esta ocasión, claro, la cosa es diferente, porque diferente es la coyuntura, distinto el peligro que nos acecha como nación, aunque los protagonistas sean los mismos del año pasado, tan desgraciado políticamente. Las previsiones de la semana que entra incluyen, sí, la masiva recepción en el Congreso de los Diputados ante un nuevo aniversario de la Constitución: confío en que esta ocasión sea la última en la que al cronista le toque expresar su esperanza en que nuestra Carta Magna sea modificada en algo para que siga básicamente igual, al menos. Pero, claro, esta vez, este año, hay muchas más cosas, aún más graves que el estancamiento de la ley de leyes, pesando sobre el futuro de todos los españoles, catalanes y no catalanes. Escribía yo el 6 de diciembre de 2009, hablando de la necesaria reforma de la Constitución, que “la marcha del Estado está a punto de reventar las rígidas costuras de nuestra ley fundamental”. Ya se han reventado sobradamente con todo lo que nos ha ocurrido desde entonces; han transcurrido tres elecciones desde las de diciembre de 2015 sin que la perezosa clase política española haya sido capaz de llegar a un consenso para arreglar las cañerías. Y ahora aquí estamos, ante la necesidad -que tanto parece angustiar a los políticos de algunos partidos- de afrontar unas elecciones catalanas que son, desde luego, mucho más que autonómicas. Que significan un planteamiento absolutamente nuevo, con muchos elementos aún desconocidos, sin que, sin embargo, la vieja normativa se haya alterado un pelo.
Así, dentro de muy pocas horas comenzará oficialmente -qué absurda es la legislación al respecto, puntillosa y restrictiva_la campaña electoral catalana, que en realidad lleva ya semanas en pleno vigor, o en pleno decaimiento, como usted prefiera. Y en pocas horas sabremos si en esa campaña participarán Oriol Junqueras, los miembros del ex Govern y los ‘jordis’, de una manera activa en la calle, o de forma más pasiva, desde la prisión. Ojala que el juez Llaneras se decida por lo primero, porque bastante anomalía es ya tener a un ex president de la Generalitat huido en Bélgica, que es donde, con los que hasta allá viajen, va a comenzar oficialmente --bueno, o como quiera decirse-- su campaña. Que puede ser verdaderamente desastrosa para la buena marcha del Estado: Puigdemont, aún desprestigiado y algo patético, puede hacernos, a todos, catalanes incluidos, todavía mucho daño desde su ‘exilio’.
Estamos inmersos en la anormalidad política plena, y así es como, sea cual sea el resultado de las elecciones, vamos a abandonar 2017, para entrar en un 2018 que confiemos en que sea políticamente mejor que los tres años que lo han precedido. Porque en 2018, con la ´vacuna contra el independentismo´ funcionando a pleno ritmo, es cuando nuestras fuerzas políticas habrían de prepararse para el gran salto hacia una democracia mejor, más participativa, más... ¿normalizada? Y eso implica, desde luego, esa reforma constitucional, para la que ya se están dando unos primeros pasos que se me antojan muy torpes: sería muy absurdo celebrar, dentro de doce meses, el 40 cumpleaños de la ley fundamental sin haber entrado ya en un proceso efectivo de cambios en una parte de su articulado. Absurdo y peligroso: nos estamos jugando, y nunca me ha gustado dramatizar, la calidad de nuestra democracia, tal vez incluso nuestra democracia misma, que ya ni sabemos cuántas pruebas más podrá superar.







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