El síndrome de Catchuria

Gonzalo Hernández Guarch
23:13 • 06 dic. 2017

Creo que la mayoría de españoles estarán tan hartos como yo del llamado asunto “Cataluña”. Todo tiene un límite razonable en la vida, y el secesionismo radical de los que intentan abandonar España, ha llevado al hartazgo y a una seria preocupación a los que no pensamos como ellos, al comprobar que solo pretenden crear un nuevo país denominado República de Cataluña, que sin duda más tarde intentaría anexionarse, eso sí, según su criterio “democráticamente”, lo que para ellos son els Països Catalans, es decir, las Baleares, la Comunidad Valenciana, parte del Este de Aragón, la costa occidental de Cerdeña, el Rosellón francés, y no se sabe bien que ignotas tierras más de su entelequia. Naturalmente en tal caso haciendo España jirones,  destruyéndola si fuera menester, lo que no parece importarles lo más mínimo siempre que consiguieran sus fines. 
Y es que hay que decirlo claro, los radicales independentistas no entienden de razones. Son supremacistas, es decir para ellos los verdaderos catalanes, los que se muestran orgullosos de sus ocho apellidos catalanes, son distintos y por tanto superiores culturalmente, ya que contrario sensu, en otro caso no tendría sentido independizarse,  y así, si la realidad no se amolda a sus criterios, simplemente la cambian, si la historia no sirve para sus fines, la modifican, si el discurso de los demás no coincide con su voluntad, se hacen los sordos, lo ocultan o lo cambian. 
Una personalidad obsesiva compulsiva como es el caso del actual “ex presidente”, siempre pretende tener razón, es inflexible en sus manifestaciones, manipula a los demás, no admite que se le contradiga, suele tener un carácter despótico, disimulado eso sí en modos supuestamente democráticos y educadas maneras, y si por un azar del destino llegará de nuevo a controlar el poder, no tendría resquemor en seguir engañando y corrompiendo a los que le rodearan hasta conseguir sus fines. 
Esa clase de personalidades obsesivamente maniáticas se creen en posesión absoluta de la verdad, siguen en todo la doctrina de Maquiavelo, lo de “el fin justifica los medios”, intentando demostrar que la razón - su razón -  está siempre de su parte, no admitiendo contradicción ni mucho menos dialogo, porque no quieren escuchar nada que se oponga a sus fines. No hay otra verdad que la que ellos propugnan, y lo que los demás piensen les tiene completamente sin cuidado.
Tendríamos que desengañarnos de una vez por todas, ya que los independentistas, aseguren lo que aseguren ante los jueces, no van a cambiar un ápice su voluntad de partir España, sin importarles los daños colaterales que todo ello pudiera ocasionar, ya que su derecho “histórico” a segregarse se lo impide, naturalmente siguiendo “su” historia, la que ellos interesadamente han reescrito hasta hacerla coincidir con sus intereses. La otra, la que realmente ocurrió, no es la que necesitan, y por lo tanto se creen en su derecho a modificarla, y así llevan a cabo la peor de las manipulaciones, la más perversa: la educación independentista radical desde la infancia que colabora en sus pretensiones. No se ven constreñidos por ningún sentido moral, ya que la única moral que entienden es la que requiere su voluntad, y así han elaborado una estrategia intentando crear generaciones de inflexibles clones que aseguraran su legado independentista, en lugar de ciudadanos libres de elegir su futuro. Recuerda todo ello al conocido síndrome del candidato de Manchuria, -ahora Catchuria - y sería por tanto una ingenuidad creer otra cosa, ya que, no les quepa la menor duda, llegarán hasta donde sea preciso para conseguir sus fines.


 







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