Incertidumbre ante la confirmación de la peor hipótesis

Antonio Casado
23:55 • 22 dic. 2017

El fantasma de la Cataluña ingobernable sobrevuela el desenlace del 21-D. Y eso quiere decir miedo a la incertidumbre porque se ha confirmado la peor de las hipótesis: una mayoría absoluta de las tres fuerzas aliadas en la pasada Legislatura en pro de la causa independentista.
El mal agüero de una repetición electoral aparece en algunos de los análisis de los resultados. El enemigo de una fórmula con ingredientes separatistas y no separatistas no es otro que la tentación de volver a las andadas. O sea, la utilización de la mayoría absoluta de las tres fuerzas independentistas (ERC, JxC y CUP) para revalidar el pulso al Estado fuera de la ley. Personalmente no lo creo. Por la enconada rivalidad entre los republicanos del preso Junqueras y la cohorte del huido Puigdemont que se ha exacerbado por entender el primero que el segundo ha jugado con ventaja. También porque ambos tienen muy difícil el acceso a la presidencia de la Generalitat, al estar su futuro político hipotecado en el Tribunal Supremo. Además, por la resistencia a encamarse otra vez con la CUP.
Una razón más de que no se forme un gobierno independentista para resucitar el "proces" es la conciencia de fracaso ante un Estado español más sólido de lo previsto por los guionistas del plan sedicioso. Los independentistas saben que su aventura ha fracasado. Y abrigan la certeza no confesada de que volverían a chocar con el muro del 155 si persistieran en la desobediencia.
Así que, a mi  juicio, lo más probable es que los independentistas sin la Cup, intenten formar un gobierno con una tercera fuerza que le proporcione la excusa para aplazar sus objetivos por imperativo legal. Esa tercera fuerza podría ser la de los comunes de Doménech. Quien no encaja en esa hipotética operación es Puigdemont, que es carne de presidio y los votos no le van a servir para blanquearse judicialmente. Al otro lado de la barricada es impensable un gobierno exclusivamente constitucionalista. Ni los números ni la política lo avalarían, más allá de la victoria moral de Inés Arrimadas.







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