La culpa es siempre de los demás

Vuelve uno a donde solía y descubre con alivio que ese lugar sigue siendo España. El temporal de nieve ha depositado sobre la actualidad informativa una gruesa capa de sociopolítica hispana que, de nuevo, nos cubre y paraliza en la búsqueda permanente de culpas. Los unos contra otros, los otros contra los unos. Y es que dos comportamientos definen bien el modo de ser español: el desprecio de la prevención y el rechazo a asumir responsabilidades. Pocas cosas resultan más del gusto español que hacer caso omiso (“hacer caso o miso”, presunto sinónimo que me enseñó hace tiempo un agente del orden, recochineándose de la escasa ilustración de un compañero a la hora de formular una denuncia) de todas las recomendaciones y advertencias que se le formulan. Los riesgos son siempre para los demás, no para nosotros. Y así, son legión los que no sólo no adelantan su regreso por carretera, sino que además emprenden la vuelta de vacaciones a la buena de Dios, sin cadenas para la nieve, sin reserva de combustible, sin agua y sin alimentos. Por lo tanto, cuando se quedan atrapados y helados en un nevazo la culpa es del Gobierno. Faltaría más. Y el Ejecutivo, conocedor por experiencia del nulo apego de la inmensa mayoría de conductores a la previsión, se sacude el tema diciendo que los responsables de las autopistas de pago son las empresas que las abren. Aquí, ya lo ven, la culpa no tiene padre conocido aunque tenga nuestra misma nariz y nuestros mismos ojos. Y menos mal que no estamos hablando de una bomba climatológica sino de una nevada propia del invierno, como ha pasado tantos años y a lo largo de tantos gobiernos. En la noche en la que media España se helaba bajo la nieve y las carreteras se convertían en improvisadas factorías de Pescanova, unos cretinos entraron en calor quemando contenedores en varias zonas de Almería. Ya verán como al final la culpa será  del Ayuntamiento por no poner un gendarme de guardia permanente junto a cada artilugio.