En la inmensidad de la constelación de observatorios, agencias, oficinas e institutos que la Junta de Andalucía ha creado para insertar allí a sus amigas y amigos, a veces surge una llamarada, una explosión de talento o una tormenta de erudición que nos recuerda, además de su existencia, que los sueldos que se destinan a mantener el universo infinito del todasytodospuntocom están más que justificados. Y así, mientras nos recuperamos del impacto emocional que nos supuso conocer el proyecto de llamar a los meses por su nombre en femenino, nos acaba de llegar una nueva ocurrencia del Instituto Andaluz de la Mujer, en estrecha colaboración con el Instituto Andaluz de la Juventud: el piropo será considerado ahora como “violencia machista”. En su última campaña, las madres y padres de la idea consideran que los hombres somos bestias clasificables en cinco especies: el gallito, que lanza piropos de lejos; el cerdo, que grita ordinarieces a las mujeres; el buitre, que siempre está al acecho; el pulpo, que se arrima mucho, y el búho, que no quita un ojo a las mujeres. Es decir, que para acabar con la cosificación de la mujer hay que animalizar al hombre. En la granja de Susana, ía-ía-o. En esto emplea la Junta el dinero de los andaluces y andaluzas. Y uno, que se pregunta qué tipo de animal será para el cerebro o cerebra pensante de esta ocurrencia, comprende que la raíz de todas estas iniciativas es el terrible problema de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Y que, aunque la intención podrá ser todo lo magnifica que se quiera, si en todos estos años de campañas y ocurrencias no se ha conseguido erradicar dicho problema, a lo mejor, digo, a-lo-me-jor, resulta que las estrategias usadas no son las mejores y que gastar dinero público en estas majaderías tan sólo beneficia a los miembros y miembras de esa vía láctea de escolanías, agrupaciones, cofradías y chiringuitos que succionan de la magna ubre de la Junta, con perdón de las asociaciones maternolactantes.
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