En una nota de prensa de hace unos pocos días, leo que la Junta de Andalucía “ha retomado de forma directa” los contactos con los propietarios del Cortijo del Fraile, “con el fin de explorar los usos que se pueden dar a este bien de interés cultural (BIC) recientemente consolidado.” Estamos hablando, claro está, de las ruinas del famoso inmueble ubicado en Níjar en el que hace muchos años tuvieron lugar los hechos luctuosos que inspiraron ‘Bodas de sangre’ a Federico García Lorca, y ‘Puñal de claveles’ a Carmen de Burgos. Mucho se ha escrito sobre la capacidad de los escenarios para precipitar el drama y no seré yo el que se atreva a buscar metáforas de lunas sangrientas y tensiones sexuales no resueltas, que para eso está ya la historia del teatro clásico español. Lo que sí haré es destacar la capacidad escénica de la Junta para ponerse intensa cuando le toca y asumir su papel de guardiana del legado cultural de todas y todos. Y es que la verdadera puñalada de estupefacción no te la propina que los propietarios nieguen ahora los contactos con la Junta -otro éxito de coordinación del delegado de Cultura, el imparable Valdivia- sino que en 2018 la Junta admita que sigue “explorando” los usos que se le pueden dar al conjunto. ¡A estas alturas! Ustedes disimulen, pero uno está en que si la Junta de Andalucía tuviera de verdad algún interés por Federico García Lorca y por su legado como poeta andaluz, español y universal, haría ya mucho tiempo que ese cortijo estaría restaurado y siendo usado como centro de interpretación de la obra lorquiana. No faltan en Sevilla recursos ni capacidades. Pero a la Junta le importa más la calavera de plomo de Lorca que su obra, como bien demuestra la comparación de la tragedia en varios actos que organizó en Víznar -que eso sí que fue una exploración- y lo que está haciendo en Níjar con el Cortijo del Fraile, con el que ni quiere, ni sabe qué hacer.
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