Llevaba días resonando en los cenáculos el doble discurso del independentismo catalán. Uno, privado, en el que se reconocía el callejón sin salida en el que se habían metido; el otro, público, defendiendo numantinamente la legitimidad del fugado Puigdemont para ser presidente y la del Parlament para investirlo. En estas estábamos cuando Telecinco ha revelado una conversación de whatsapp en la que Carles Puigdemont confiesa al exconseller y diputado de ERC Toni Comín sentirse derrotado por la Moncloa y sacrificado por los suyos, asumiendo que "todo ha terminado". Comín ha anunciado una querella contra la cadena por difundir conversaciones privadas, reconociendo implícitamente que lo difundido es cierto.
Si la querella se materializa, los tribunales deberán decidir si estamos ante el legítimo ejercicio del derecho a la información o frente a la comisión de un delito. Porque es cierto que el artículo 197 del Código Penal español castiga con penas de hasta cuatro años el apoderamiento o la interceptación dolosa de mensajes privados. Pero también es cierto que los precedentes indican que cuando esta protección penal de la intimidad entra en colisión con el derecho constitucional a la libertad de información, este último ha gozado de una protección preeminente, según la doctrina del Tribunal Constitucional. Sólo establece dos requisitos: que la noticia difundida sea veraz y responda al interés general. Y no hace falta ser doctor en Leyes para afirmar que ambas condiciones, en este caso, se cumplen con creces.
Pero esa es la anécdota frente a la categoría. Ahora veremos si en lo político ese discurso asumido en privado por Puigdemont lo hacen suyo quienes pretendían investirle. Si llegan a la conclusión, no dictada por tribunal ni por gobierno alguno sino por el sentido común, de que nadie, en ningún lugar, puede ser presidente sin estar presente. Y, sobre todo, si son capaces de poner punto y final a la insoportable paradoja que supone tensar hasta el infinito la situación en nombre de una pretendida república independiente que no será, al menos en este momento histórico, mientras mantienen paralizada una autonomía intervenida y gobernada por la persona con la que mantienen este infructuoso pulso.
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