Aseguraba el profesor Juan Linz que en España se seguía votando lo mismo que en 1934 y 1936, con la diferencia de que el centro se desplazaba hacia uno u otro lado. Y el profesor José Ramón Lasuén dice que, en las encuestas, el español tiende a situarse unos grados más la izquierda de lo que realmente es su posición política.
Me lo ha recordado la última encuesta del CIS donde aparece claramente una superioridad del centro derecha sobre el centro izquierda, a pesar de que cada partido hará la lectura más conveniente a sus intereses y Ciudadanos se atavía con una especie de manto de centro izquierda, al que añade flecos liberales. El PSOE es la izquierda moderada que, en ocasiones, se quita la corbata para que se vea que pueden ir a las manifestaciones con UGT; y los comunistas de toda la vida, arracimados en la franquicia de Podemos, dirán cualquier cosa menos que son comunistas, porque a estas alturas viene a ser como si en una reunión de aficionados al jazz confesaran que les gusta la zarzuela.
Los resultados de la encuesta colocan a Ciudadanos en el socio imprescindible. Ellos podrían prolongar el mandato de Rajoy, o podrían facilitar la presidencia para Pedro Sánchez. Si hacen los primero, un porcentaje de votantes asegurará que tenían razón los que decían que daba igual votar al PP o a Ciudadanos; y si se inclina por lo segundo, no sabemos cuál será el precio a pagar en la próximas elecciones.
Linz y Lasuén coincidían en que el centro no existe, pero que es imposible alcanzar el poder democrático en España sin llevarte una buena porción de los votos centristas. Lo saben los tres: Rajoy, Sánchez y Rivera, y los tres anhelan y sueñan con eso que no existe, pero que resulta fundamental para sentarse en la Moncloa.
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