La gala de los Goya

Antonio J. García
22:56 • 07 feb. 2018

Tras congratularnos por los dos cabezones obtenidos por la película El Autor del ejidense Manuel Martín Cuenca, con las interpretaciones de Javier Gutiérrez y Adelfa Calvo, se impone hablar de la gala de Los Goya.
Igual que tras el Desfile de las Fuerzas Armadas tocaba criticar a Zapatero, tras los Goya, hay que hacerlo de la gala.
Parecía de cajón que si en los Óscar de Hollywood se había hecho una reivindicación feminista, pues nosotros también, y, aunque el motivo de la misma pueda estar más que justificado, no deja de sonar a falta de ideas; aunque no fuera ese el mayor problema de la gala.
Al margen de ser una gran directora, una incógnita que nos dejó la velada fue dilucidar si Isabel Coixet es realmente así o se lo hace. Aparte de sus conocidos tics, evidenció poca clase al resaltar que su madre estaba mucho más delgada que la de otro. O puede que simplemente la traicionaran los nervios.
Para colmo, un acto que pretendía ser un alegato en favor de la mujer y en contra de la discriminación laboral y salarial que sufre en la industria del cine, lo cerró Carlos Saura refiriéndose a Penélope Cruz como: Bueno, pues nada, estoy aquí muy emocionado de estar con esta chica tan guapa. Figura internacional con multitud de premios reducida a eso.
Además naufragaron estrepitosamente los maestros de ceremonias Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes. A pesar que desde las navajas y el queso mecánico de Benito Floro, no había surgido ningún producto tan representativo de Albacete como el humor chanante, parece no haber estado a la altura. 
En resumen, un aparente humor blandito sin ninguna gracia, aunque albergo la sensación de que no pretendió tenerla en ningún momento. Bajo esa óptica podríamos estar frente a la mejor gala de todos los tiempos, en vez de la peor como se la ha calificado. Si las galas ya de por sí siempre terminan resultando absurdas y ridículas, pues la ideamos absurda y ridícula directamente.
No nos engañemos: frente a los que reivindican que los americanos utilizan a los mejores cómicos con resultados más sobresalientes, admitamos que las galas, todas, ya sean los Óscar, los Goya, el Día de la Provincia o el Certamen de Encaje de Bolillo, son un aburrimiento. Una somera y absoluta pesadez que no la levanta ni el gran Gregorio Esteban, que en gloria esté.
Una alternativa al tedio sería obrar como en las elecciones: un portavoz oficial de la Academia leyendo el resultado. Posteriormente cada producción, desde su hotel, analizando unos resultados ante los que todos se muestran satisfechos. 







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