El pecado mortal del columnista es la predictibilidad. El “ya está fulanito con sus monsergas” es el pensamiento que corta a la mitad miles de columnas a diario. Sin embargo, el columnista bebe ávido del grifo de la actualidad, cuyos depósitos a veces se estancan en temas carentes de circulación y refresco. Por eso, y aun a riesgo de ser predecible, vuelvo a hablar del espinoso asunto del Pingurucho, enhiesto surtidor de sombras, sueños y milongas. Ninguno de los que hablan ahora del tema estaba vivo en 1824, año del episodio que motivó el cenotafio. Por lo tanto, partimos de un debate historiográfico sobre la expedición de Los Coloraos que tiene diferentes escuelas interpretativas. No hablaré de eso. Hablo de los que sí que vivíamos en 1988, año del supuesto mandato popular de restitución del monumento. Todos los que estábamos vivos aquel año sabemos que la suscripción popular resultó un petardo considerable que hubo de ser salvado in extremis por la aportación del Ayuntamiento gobernado por el PSOE, muchos de cuyos dirigentes siguen hablando hoy de aquella suscripción con una desvergüenza tan marmórea como el propio Pingurucho. Y otra cosa más. También estábamos vivos en la primavera del año 2000, cuando el Ayuntamiento de PSOE-IU y la Junta presentaron el proyecto de remodelación del Ayuntamiento y la Plaza Vieja (comprometido para 2005, el año de los Juegos Mediterráneos) en el que el Pingurucho y el arbolado desaparecían de allí para ser instalados en otra parte. Aquel proyecto fue recibido por PSOE e IU con grandes muestras de entusiasmo. Tanto es así que fue presentado en una rueda de prensa solemne por el Alcalde Cabrejas (PSOE) junto al teniente de Alcalde, Diego Cervantes (IU) y un alto cargo de la Junta que no recuerdo, pero que bien podría ser un consejero. Lo cuento así porque yo cubrí esa rueda de prensa para Cadena SER Almería. A ver si por fin alguien tira de archivo y acaba con tanta queja sobrevenida y tanta polémica sobreactuada.
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