La crisis del ahorro y la moralidad

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22:28 • 25 feb. 2018

La salida de la crisis y el aumento moderado de la renta media disponible no está suponiendo un incremento del ahorro de los españoles.  Si durante la crisis las familias intentaron generar un colchón financiero para contrarrestar el entorno de pesimismo económico y la reducción de sus ingresos, cuando se empieza a salir de ella, al menos en términos macroeconómicos, la renta de los españoles se está orientando más al consumo que al ahorro. 
Los sueldos se han reducido considerablemente en todos los niveles. En muchos casos se ha reducido la jornada laboral media, con la consiguiente reducción de ingresos. Y las personas que han comenzado a trabajar después de varios años, sin haber llegado a satisfacer sus niveles óptimos de consumo en función de sus aspiraciones de bienestar, están posponiendo el ahorro en beneficio del consumo. Además, las elevadas tasas de desempleo, así como el sobrevenido papel protector familiar de las pensiones durante la crisis, convirtiéndose estas en una renta de auxilio para hijos y nietos, no está contribuyendo a generar ahorro financiero en términos netos. En este sentido, no hay que olvidar la tradicional capacidad de generar ahorro financiero por parte de los pensionistas, y que en la actualidad se ha visto reducida por la pérdida de poder adquisitivo de las pensiones y por el auxilio que aquellos prestan y han prestado durante la crisis a sus familiares por la pérdida de empleo y de renta.
Sin lugar a dudas, la crisis, así como la profunda devaluación interna que se ha producido en nuestro país, ha supuesto una descapitalización de las familias, que todavía mantienen un maltrecho ahorro inmobiliario, pero que han visto cómo se reducía de forma sensible el ahorro financiero. Además, una política monetaria acomodaticia y con unos tipos de interés próximos al cero no constituye un incentivo claro a favor del ahorro financiero de las familias.
Dadas estas circunstancia, la falta de ahorro que estamos experimentando en la actualidad en España no está asociada a los niveles de endeudamiento de las familias, que se han visto sustancialmente reducidos desde el máximo del año 2009. La falta de ahorro obedece a la necesaria recomposición de la economía y del presupuesto familiar después de salir de una crisis muy profunda. Es decir, el repunte del consumo, y, por consiguiente, la reducción del ahorro financiero, está más relacionado con la recuperación de parte de los niveles de bienestar perdidos que con el despilfarro.
Por tanto, no deja de ser una inmoralidad pedir a las familias españolas que ahorren, especialmente por parte de aquellos que no han sentido en sus carnes la crisis, por parte de aquellos que pretenden seguir desmantelando el Estado de bienestar, o bien por parte de aquellos que han sido parte activa en la consolidación de los elevados niveles de corrupción que asolan a nuestro país. Sin duda, la clave del ahorro está en el incremento de la renta disponible, pues todos conocemos que el ahorro aumenta más que proporcionalmente a partir de ciertos niveles de renta disponible. A las familias españolas les cuesta todavía llegar a final de mes, especialmente por la elevada tasa de desempleo que fuerza a la baja los salarios. Luego las políticas públicas no deben orientarse tanto al ahorro como al incremento de la renta disponible.
Y esto pasa igualmente con el sistema público de pensiones. El sistema público de pensiones, dada nuestra estructura demográfica, está pensado para el pleno empleo. Pero desafortunadamente en España estamos muy lejos del pleno empleo. Solo el incremento del empleo y de la renta disponible podrán recuperar las mejores tasas históricas de ahorro. El sistema de pensiones es además insostenible cuando las cotizaciones crecen menos que las coberturas por la precarización intencionada del empleo. Y el sector público tiene mucho que decir y hacer ante todo esto, pero no constriñendo el Estado de bienestar, sino aumentando la eficiencia de los recursos públicos y del aparato administrativo, que hoy son un problema y un auténtico obstáculo para generar riqueza; y sobre todo luchando de forma creíble contra la corrupción. Desde la corrupción, es inmoral pedirles a las familias que ahorren.


 







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