No fluye el diálogo. La política española está empantanada. Sin acuerdos relevantes. Parálisis generalizada. La definición de empantanada es de Joan Coscubiela, aunque se refería solo a Cataluña. “Empantanados” titula su interesante libro. Es el exdiputado de izquierda que cosechó una entusiasta ovación de populares, socialistas y ciudadanos en el Parlamento catalán el 8 de septiembre cuando se vulneró gravemente la legalidad constitucional y del Estatuto catalán. Coscubiela dijo allí, contra los independentistas y la mitad de su grupo, liderado entonces por el podemita Dante-Fachin: “No quiero que mi hijo Daniel viva en un país donde la mayoría tape los derechos del resto”.
El jueves pasado en Madrid, Coscubiela, flanqueado por la alcaldesa Manuel Carmena y el líder de Comisiones Obreras, Unai Sordo, se refirió a aquel episodio y se extrañó de que “sorprenda tanto ver a un diputado de izquierda reivindicando la libertad, también la de la derecha, aunque no se coincida con ella, para expresarse”. Encarna otro de los dramas de Cataluña: que la izquierda casi haya desaparecido. Los restos del mítico PSUC (eurocomunistas, o mejor, socialdemócratas) andan divididos entre el federalismo y los proclives al independentismo. Tremendo el subtitulo del libro de Coscubiela: “Una alternativa federal al soviet carlista”. Ojo con lo de soviet (institución clave del viejo régimen comunista) y con lo de carlista (tradicionalismo y legitimismo opuesto al liberalismo). Un misil dialéctico contra los independentistas que merecería fortuna mediática por su originalidad y franqueza. Eso es llamar las cosas por su nombre como reivindicó en ese acto Manuela Carmena: “Aunque no le guste a mi amiga Ada Colau, el 1 de Octubre no fue un día de movilización, como ella dijo. Fue un referéndum ilegal convocado por la Generalitat”. Por desgracia, el servicio de sonido de la sede de Comisiones Obreras no grabó sus intervenciones. Menos mal que el público lo tuiteó y las redes y los periodistas levantaron acta.
El libro se terminó de escribir el 27 de diciembre. Para entonces, Carles Puigdemont ya actuaba en Bruselas. Su última aparición debería titularse “Todos contra todos”. Se va, pero solo provisionalmente y designa a Jordi Sánchez como heredero, tal como Artur Más lo designó a él. Los republicanos dicen que, para eso, mejor Oriol Junqueras; y razón no les falta. La CUP lo rechaza. Moncloa, en una maniobra que podría ahorrarse, se apunta el “éxito” del gesto de Puigdemont después de dos meses de cerco. Sí. Empantanados, pero con sequía de talento, y con los pies en el barro sin poder moverlos.
Lo demás es pequeño, pero no menor. El digital “El Independiente” ha publicado el “Informe Bescansa”, supuestamente confidencial, que la diputada y excelente demoscópica remitió a la dirección de Podemos. Allí demuestra que no es cierto que la formación crezca medio punto en intención de voto como señalaba el CIS. A su juicio, Podemos está algo peor de lo que dicen las encuestas, que le dan como el último partido de los cuatro grandes, y a Pablo Iglesias como el líder peor valorado. No es de extrañar eso, habida cuenta de la identificación de Iglesias con el independentismo -justifica la candidatura de Jordi Sánchez a President- y su alineamiento sin matices con la alcaldesa Ada Colau que ya no convence a nadie con su “equidistancia”. Cuando llega el momento, vota con el independentismo. Por si no quedaba claro, Xavier Domenench ha sido elegido -o mejor, nombrado- secretario general de Podem sin que hasta ahora fuera militante. Recuerda aquella fuga del vicepresidente popular Xosé Luis Barreiro cuando entró en Coalición Galega y lo ungieron líder máximo en un minuto. ¿Cómo se puede explicar eso?, le preguntamos. Tiró de sabiduría rural gallega para explicarlo de forma convincente: “Como decía mi tío, un caballo salvaje solo se deja montar cuando tiene miedo”. Así vamos: con la política empantanada y con caballos salvajes asustados.
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