En este inicio del calendario festivo de la Semana de Pasión, las proclamas y pregones de la misma han cerrado página a la espera de una nueva edición que llegará el próximo año en la antesala de esta celebración que tan alto arraigo encuentra en nuestra tierra. Si para los creyentes estas jornadas conforman uno de los hitos más profundos de su fe, para otros sectores de la sociedad la Semana Santa cambia de apellido y es semana de todo lo demás, menos santa. Son unos extraordinarios días para el ocio, el descanso, la gastronomía, el asueto, la diversión y también la peregrinación. Una peregrinación que colapsa estaciones de transportes, aeropuertos y carreteras abarrotadas que dan fiel testimonio de la condición de semovientes de los humanos.
Tan diversa concepción de este periodo, más invernal que de reluciente primavera, tiene sus particulares pregones y consecuentemente sus avezados pregoneros y pregoneras. Estas minivacaciones tienen sus peculiares propagandistas en los titulares y agentes de las agencias de viaje, en los hosteleros, restauradores, taberneros, promotores turísticos, vendedores de todo, animadores, buhoneros, músicos, cómicos, betuneros, acomodadores, camareros, guardacoches y un interminable etcétera de detentadores de oficios y profesiones dedicados a que los demás, es decir los otros afortunados con el descanso de estas jornadas, puedan entregarse a eso mismo, a descansar, a divertirse y a pasarlo bien con las imprescindibles actuaciones que a los demás el azar les ha encomendado.
Este colectivo de divulgadores, que es muy amplio y variado, da a conocer su especial pregón varias veces a lo largo del año, cada vez que las calendas acuñan una temporada vacacional o un puente festivo. Son los pregoneros estacionales, cuya voz reside silente en su propio quehacer, en su actividad cotidiana y por lo tanto no precisan de designación o sufragio.
En esfera diferente se sitúan los otros anunciadores, los que, como en estas vísperas de Pasión, divulgan o propagan la riqueza intrínseca de los grandes acontecimientos para los que son llamados. En esta otra fauna pregonera se dan unas variopintas especies, que ejercen según el motivo a pregonar. En el caso más cercano, el de la Pasión, los hay que entregan cuerpo y alma, se afanan, se documentan, se esmeran, se lo curran, en definitiva. Además del honor que para todos representa la designación, lo hacen por su propia fe y por sentimientos personales, razones que les honran.
Cuando la motivación se aleja de la Cruz y se hace más lúdica, -léanse fiestas varias y juegos florales- el alma se cuelga en el armario, se sustituye por una suerte de sentimentalismo populista y si por añadidura el elegido o elegida firma con letras de fama y popularidad, entonces prevalece otro sentir, el de los euros en el bolsillo; se profesionaliza el pregonero, condición que le empobrece. Sé de quienes se llaman pregoneros y anuncian con modelos estándares en los que solo sustituyen el gentilicio. Al igual que en los gloriosos años de la ligereza presupuestaria he conocido cantores analfabetos que por leer a trompicones cuatro vocablos que les han escrito se han llevado dos mil o tres mil euros del ala. Estos son otros voceadores. Se ve que hay pregoneros..y pregoneros.
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