El centro penitenciario de Soto del Real, en Madrid, se conoce por la cantidad de personas ilustres –o, más bien, de personas que fueron ilustres- que han pasado o pasan por sus celdas. Su población ronda en la actualidad las 1.400 personas. Por allí se ha visto a gente tan popular como Jordi Pujol Ferrusola, el expresidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, el expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González, el exbanquero Mario Conde, el extesorero del PP Luis Bárcenas, el empresario José María Ruiz Mateos, el expresidente de Cajamadrid Miguel Blesa… Desde principios de este mes también está recluida en esta popular cárcel la etarra almeriense María Dolores López Resina.
Lola, como se le conoce en sus círculos próximos, cumplía condena en la cárcel francesa de Rennes por diversos crímenes cometidos Francia. La nativa de Sierro ha cumplido todas las penas impuestas por la justicia de Francia, donde fue detenida en 2001. El Tribunal Especial de lo Criminal de París la condenó a 18 años de cárcel por participar en el robo de 1.650 kilos de dinamita en Grenoble. Buena parte de ese explosivo fue usado en 15 atentados frustrados y otros 45 cometidos en España. Murieron ocho personas, incluido un niño de seis años. Por eso, durante el tiempo que Lola ha estado detenida en Francia, era trasladada en varias ocasiones a España para responder ante la justicia española de sus numerosos delitos en suelo hispano. En España su actividad criminal ha sido tan intensa que acumula varias centenas de años de cárcel.
¿Quién es esta almeriense tan revolucionaria y sanguinaria? María Dolores López Resina nació en Sierro y tiene ahora 67 años. En su municipio natal son muchas las personas que la recuerdan. “Era una niña inconformista en la escuela, protestaba por todo”, recuerda una vecina. Otra vecina no olvida que un día se escapó de la cárcel de Granada y se presentó en el pueblo “como si tal”. Mucha gente la identifica como ‘la presa catalana de ETA’ porque emigró muy joven a Cataluña y fue allí donde empezó con sus acciones revolucionarias, primero, y sangrientas después. A los 18 años empezó a militar en el Partido Comunista Internacional (PCI). En Barcelona era detenida con frecuencia por cuestiones ‘menores’. Su primer ‘asunto serio’ data de febrero de 1978, cuando durante una manifestación en favor del independentista canario Antonio Cubillo fue herida en un ojo por una pelota de goma. En 1980 fue acusada de colocar un explosivo en el monumento a los caídos, en Pedralbes. Pasó nueve años en tres cárceles. En el juicio, lejos de mostrarse coartada, cantó La Internacional y Els Segadors.
En la cárcel madrileña de Yeserías trabó amistad con presas vascas. Tras salir de allí se sumó al etarra Comando Barcelona, del que formaba parte cuando se produjo el atentado contra la casa cuartel de Vich con el resultado de nueve muertos, entre ellos cinco niños. En 1992 la Guardia Civil la identificó como uno de los miembros del Comando Mugarri, que operaba en Santander, y que tenía dos muertos a sus espaldas.
Desarticulado el comando cántabro, Lola logró huir de nuevo a Barcelona. En 1993 formó parte del comando que colocó un coche bomba en la calle Vila Vilá, de la capital catalana. Afortunadamente fue desactivado. Ese mismo año su grupo colocó otro artefacto en el restaurante La Galera, causando varios heridos. También explosionó un coche-bomba en la estación de Sants, causando importantes daños materiales. En 1994, tras la detención de Felipe San Epifanio, su jefe, logró huir. Ese mismo año el Comando Barcelona asesinó al coronel del ejército de tierra Leopoldo García Campos y el 19 de abril atentó contra el Gobierno Militar de Barcelona muriendo el transeúnte Vicente Beti Montesinos y otras seis personas más resultaron heridas. Por este atentado la condenaron a 102 años de prisión. Por participar en 1996 en el secuestro del empresario vasco Cosme Delclaux fue condenada a 17 años de cárcel. En 2008 la Audiencia Nacional la condenó a 22 años de cárcel por los delitos de depósito de armas y tenencia de explosivos que fueron encontrados en los pisos del Comando Barcelona.
Durante cada uno de los numerosos juicios que tuvo en España Lola se mostraba desinhibida, sonriente y besucona con sus compañeros de banquillo. En una ocasión utilizó la lengua catalana para defender la lucha armada y la actividad terrorista de ETA. "Soy catalana, soy militante de ETA, no reconozco a este tribunal, no conozco los hechos y vosotros no tenéis nada que ver", señaló ante el tribunal. Cerró aquella declaración con las expresiones "Gora Euskal Herria, Visca Catalunya y Gora ETA".
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