Presupuestos, chantajes y votos

No hay nada tan maleable como un euro. Puesto sobre la cuenta de un bar, es una propina que alegra las pajarillas del personal de barra. Puesto sobre el presupuesto de una administración, es motivo de aclamación por parte de quien gobierna, o de duda e ignominia por parte de quien oposita. Nada nuevo bajo el tibio sol primaveral cuando leemos estos días la zarabanda interpretativa de los Presupuestos Generales del Estado y su consignación para Almería. Que si mucho; que si poco. Que si los más sociales o los más insolidarios. Qué pereza. Me llama la atención, eso sí, la pormenorizada exigencia de cantidades que ha venido haciendo el PSOE almeriense -en plan rondo de calentamiento previo al partido- solicitando centenares de millones para una cosa y para otra. No digo que carezcan de sentido sus peticiones, sino que llama la atención que quienes tan minuciosa distribución proponen para las cuentas del Estado, hagan luego la vista gorda cuando llegan los presupuestos de la Junta de Andalucía, que se presentan sin provincializar para evitar que se hagan comparaciones y para dificultar que el PSOE termine probando alguna cucharada de su propia receta. Pero no miremos a los presupuestos con las luces de cruce y pongamos una visión a largo alcance. ¿Les parece a ustedes bien que el destino del Presupuesto General del Estado acabe dependiendo de los cinco diputados del  PNV? ¿Tienen ustedes esperanzas de que esos diputados, que sostienen que forman parte de otro país, tomen decisiones que favorezcan al conjunto? Llámenme loco, pero a lo mejor el PSOE de Pedro Sánchez está perdiendo una magnífica oportunidad de prestar cinco votos aleatorios a cambio de alguna medida concreta para, al mismo tiempo que pone en su sitio a los chantajistas independentistas, demostrar que es una alternativa de Gobierno. Lo que haría un partido serio, vamos.