Hace unos días tuve la suerte de visitar de nuevo -no lo había hecho desde su última y palpable renovación- el local de Aguadulce que más veces he frecuentado a lo largo de los últimos más de veinte años: el mítico videoclub Koki, tantas veces nombrado en esta columna -e incluso en la dedicatoria de alguno de mis libros-. Allí alquilé mi primer VHS -quizás Jungla de cristal III: la Venganza-, mi primer DVD -Windtalkers- y alguno de mis primeros Blu-ray -que paradójicamente no recuerdo-. ¿Anécdotas? Tendría para varios párrafos. Basta decir que el número de socio de nuestra familia ¡es el 2!... Siempre me acordaré, por ejemplo, de cuando alquilamos por enésima vez El fugitivo -que yo ya había visto en una de las salas pequeñas de los Cines Imperial-: Antonio nos avisó de ello y le dijimos que éramos conscientes... O de cuando nos permitieron devolver DragonHeart sin haberla visto y cogerla al día siguiente.
Antonio es hijo de ‘Koki’ y quien lleva la siempre estupenda ‘programación’ del videoclub -últimos estrenos, animes, series...-. Con él estuvimos un buen rato hablando sobre todo tipo de temas: cine, televisión, VOD, piratería ¡e incluso política! Compartimos nuestra decepción con lo último de Alex Garland -personalmente, Aniquilación me aburrió hasta la médula-, debatimos sobre el binomio películas/series o sobre las carencias de plataformas como Netflix, Movistar+ o Amazon Video. En esta última tuve hace poco, precisamente, mi última ‘sorpresa’: me disponía a ver Blue Steel, un thriller con Jamie Lee Curtis y dirigido por Kathryn Bigelow que llevaba años queriendo ver, y comprobé que, para variar, no incluía subtítulos ni idioma original... Al final, por unas razones u otras, lo de menos fue la película a alquilar: La cordillera, protagonizada por Ricardo Darín; a mí me gustó -sin volverme loco- y en casa debatimos sobre la ambiguedad del desenlace e incluso de la propuesta en su conjunto.
Cada vez que leo algún artículo sobre la desaparición de otro videoclub en nuestro país -a lo largo de la última década han pasado de ser casi 10.000 a menos de 500-, me acuerdo inmediatamente de ‘Koki’ y me alegro de que en mi familia sigamos alquilando y siendo el socio número 2. De hecho, mucha gente se sorprende cuando hablo sobre su existencia, y diría que hay quienes piensan que los videoclubs desaparecieron por completo del territorio español.
PD.: Antonio me dijo que estas últimas vacaciones de Semana Santa mucha gente que había vuelto a Aguadulce a pasar unos días le confesó cuánto echaban de menos un sitio así donde estaban viviendo actualmente; y yo le comenté que me pasaba exactamente lo mismo...
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