Letizia y Sofía, a la gresca

Los republicanos le estamos agradecidos a los yernos y a la nuera

Fausto Romero-Miura
00:15 • 08 abr. 2018

Vaya esta aclaración de entrada: soy republicano y salmeroniano desde que aprendí a pensar por mí mismo y a analizar el por qué de las cosas y de las instituciones. Aclarado eso, sigo. 


Carmen Enríquez y yo tenemos la confianza y el cariño que nos da ser amigos en ejercicio desde que éramos niños en nuestra Berja. Por eso, no me sorprendió, en 2010, recibir este sms: “Estoy tan extrañada de que no hayas dicho nada de mi nuevo libro que me estoy empezando a preocupar. ¿Te pasa algo? Bss.” Y es que, aunque el tema no me apasiona, leo siempre con interés y ánimo crítico –y se los comento- los libros de Carmen sobre la familia real. Se refería a “Los príncipes. Preparados para reinar”, escrito con la información privilegiada de haber sido durante diecisiete años la cronista oficial de TVE en la Casa Real, con su objetividad profesional y a base de cientos de entrevistas con el entorno del príncipe desde su infancia.


¿Qué impresiones saqué del puzzle de las muchas informaciones que Carmen había encajado? Me centro en lo personal, en los retratos: que él, no goza “de eso que se llama simpatía natural”;   es “cabezón”; “no es brillante, pero razona muy bien”; “no tiene una imagen definida”. Y tan enamorado está que siempre lleva la corbata entonada con el color de vestido de ella. ¡Oooh!



A Letizia, hay quienes la definen impaciente, nerviosa, incapaz de contenerse, demasiado habladora, repipi, perfeccionista, da la impresión de que es la que lleva la batuta, mandona... ¡Si era así de princesa, fácil es imaginar cómo ha de ser de reina! Y, ¡cosa mentale!, me acuerdo de lo que el quijotesco Maese Pedro le dijo a su joven y orgulloso aprendiz: “llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala… pues yo soy tan desdichado, que puedo decir con el Rey don Rodrigo: ayer fui Señor de España / y hoy no tengo una almena/ que pueda decir que es mía.” 


Ambos educan y aleccionan regiamente a sus hijas: Leonor, cuando tenía cuatro años, respondía: “hay que comer espinacas porque tienen antioxidantes” y, a una compañera de colegio que le preguntó “¿por qué sales tanto en las revistas”?,  le contestó: “porque vivo en la casa de un príncipe.”  Luego hemos sabido que le gusta el cine ¡de Kurosawa! 



Con estos antecedentes tal vez se entienda –algo- el espectáculo del domingo pasado a la salida de la Misa de Pascua en Palma de Mallorca cuando la reina mayor quiso hacerse una foto con sus nietas –no las distingo, no sé cuál es la de los antioxidantes- y la reina joven lo impidió convirtiéndose en un cuerpo opaco entre el fotógrafo y los sujetos a retratar, ante la estupefacción de los dos reyes, el joven y el viejo. Y no sólo eso: le cogió el brazo a su hija y e hizo que ésta lo retirase de un manotazo de la mano con que su abuela lo sujetaba sobre el hombro. El rey joven cogió a su mujer, la reina joven y, con cara de mal humor, le dijo algo. El rey viejo –que pasito a pasito llegó a la altura del suceso- también mostró un vivo cabreo.


Pero no acabó ahí la cosa: ya en la calle, la reina mayor reintentó la foto y dio un beso en la frente a una de sus nietas, y la reina joven, sin disimulo, pasó sus dedos por esa frente besada para borrar el beso regio-abuelil, y volvió a interponerse entre las fotografiables y el fotografiador, de manera que no hubo foto... y sí un reportaje que ha dado la vuelta al mundo.



¡Claro que no es la primera vez que la lía! En la navidad de 2003, sus gorilas detuvieron a un reportero que fotografió a la pareja –aún novios- en un centro comercial de Madrid, lo obligaron a desnudarse completamente y lo amenazaron con que, de publicar dicha detención ilegal… lo tenían identificado así como a su familia.


No quiero hacer especulaciones ni valoraciones sobre los deberes de cortesía de los reyes ni sobre los derechos de los abuelos. Pero está claro que la actitud de la reina joven dista mucho de ser normal en una relación familiar y que poco favor le hace a una institución cada vez menos apreciada, cuando aún queda por dictarse la sentencia de Urdangarín. 


¿Y por qué soy republicano? Por algo tan sencillo y democrático como que lo mínimo que la ciudanía debe exigir en una democracia es elegir a su Jefe del Estado.


¿Mi problema? Que en la España actual no veo a nadie capaz de asumir, con la autoridad moral necesaria, la Jefatura de la República. Y, en general, los reyes de la democracia de 1978 no han molestado en exceso en cuestiones políticas. Los jaleos familiares, son otra cosa, poco edificante.


Los republicanos le estamos agradecidos a los yernos y a la nuera. 


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