La mentira es la nueva verdad

En el tiempo que estamos viviendo lo insoportable no es ya la verdad, sino la mentira. Antes se recurría a la mentira con el fin de hacer más asumible la no siempre cómoda realidad y suavizar así el topetazo de evidencia que nos proporcionaban los hechos. Pero ahora la mentira es la nueva verdad. Se miente con el fin de generar un ambiente o un caldo de cultivo determinado para un propósito concreto, bien sea político o comercial, valga la redundancia. Se miente además con deliberada frialdad y sentido escénico de los tiempos, para ir creando estados de opinión concretos que faciliten la introducción de un mensaje interesado. Cortapega y microondas. Qué les voy a contar que no sepan ya de peripecias como el Brexit o el llamado Procés. Lo que pasa es que ya no hacen falta pregoneros a los que dar cuatro cuartos, porque las lenguas de las vecindonas tienen ahora wifi y cuatrogé y llegan más lejos y más rápido que nunca. Ya no hay mentideros, sino grupos de guasap en donde se crían las malas hierbas. Y así, no es de extrañar que nos lleguen mensajes o pantallazos que nos anuncian, por ejemplo, parentescos falsos entre políticos y profesionales, para establecer a continuación una relación causa-efecto y dictar veredictos sin que sean necesarias las pruebas. Y yo no sé si tomarme esto a guasa o ir asumiendo que este es el escenario inmediato al que nos vemos abocados por los horizontes electorales. Las campañas habituales son, es verdad, muy caras y tienen un alcance más incierto y menos eléctrico que el trepidante universo de las redes sociales. Sin embargo, espero que las cosas no vayan por ese camino y que prime el sentido común y el respeto a las presunciones habituales en una democracia razonable, porque la confusión interesada y la generación de ambientes tóxicos es, a la larga, letal para todos. Especialmente para quienes los expanden.