Y otra vez, el manto de la Virgen

Si el fútbol fuera poesía, podríamos comparar lo que la primavera hace en los cerezos con lo que el final de cada temporada hace con nuestra querida UD Almería: un florecer de padecimientos. Pero no hay verso capaz de explicar ese jardín de catástrofes que es ver al equipo precipitándose en la espiral del descenso, mientras el presidente García vuelve a hacer de Reina de Corazones cortando cabezas de entrenadores. Nos conocemos bien la historia. Un año más, la congoja y el pálpito nos acompañan en un cierre de Liga a expensas de ese albur nebuloso que el histórico presidente Blanes definía como “el manto de la Virgen del Mar” y que, todo hay que decirlo, parece que ha funcionado en la mayoría de ocasiones. Como saben, el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes, y por eso conviene que no perdamos de vista el desarrollo de los acontecimientos, porque un descenso al sumidero incierto de la Segunda B sería una pésima noticia para la ciudad de Almería, ya que la Liga de Fútbol Profesional es el mejor escaparate promocional que tiene una ciudad del tamaño de Almería. Y aunque a usted no le guste el fútbol, piense que semana a semana millones de personas ven el nombre de Almería en las televisiones que, repartidas por todo el planeta, se hacen eco de la actualidad de la liga de España. Y no es una exageración. No hay administración, organismo o empresa capaz de pagar el dinero que costaría ese inasumible esfuerzo publicitario. Por lo tanto, no queda otra que volver a cruzar los dedos, ahuyentar la tentación de montar cazas de brujas en el vestuario antes de que la cosa acabe y confiar en que, aunque sea por intercesión divina, el equipo consiga salvar los muebles sobre la campana un año más. Otra temporada igual, sí, ya lo sé. Pero si la cosa se tuerce, acabará llegando el momento en el que se recuerde con nostalgia todo este festival de sobresaltos. Espero que no tengan que darme la razón.