Poeta en el margen del camino

Miguel Ángel Blanco
23:19 • 30 abr. 2018

Se definió como Poeta carrilano. Siempre por el carril del camino y de la vida. Antonio Jesús Soler Cano (Antas, Almería, 1946-1990) estableció los rasgos de una vida personal marcada por la resistencia, la rebeldía, el idealismo, los sueños, los desencantos, la búsqueda incesante del amor, la melancolía, su pueblo natal Antas, el gran refugio para la escapada y el reencuentro con su infancia, adonde siempre regresó; Alcoi, para sentir la realidad y el compromiso social. Y siempre contra el sistema establecido.

 En todos los lugares, su único refugio estable fue la poesía, la presencia permanente del regreso y la conciencia de los vitales momentos efímeros. Cada poemario se convierte así en una premonición y en una despedida que cada vez siente más cercana con una entereza firme. Ahora, la Feria del Libro de Almería ha programado un homenaje a la trayectoria poética de Antonio Jesús Soler Cano, con la presentación de la antología “Bajamar de una sombra” (Instituto de Estudios Almerienses, 2017), que por cierto no me parece un título afortunado, aunque eso sea lo de menos en este reencuentro-homenaje.


La personalidad de Antonio Jesús Soler Cano estuvo marcada por un sentido singular de su soledad. Muy individual desarrolló su recorrido poético fuera de todo contexto colectivo o generacional de poetas. Inclasificable, por consiguiente: “Cercado por un tiempo sin destino./Ante mi, creciendo,/como una recia tempestad sin nombre>/la vieja tristeza tan reunida/de quien siempre se supo solo”/.



Otro destacado poeta almeriense, José Antonio Sáez es el autor de la introducción a la obra poética de Soler Cano, marcado con las referencias a Luis Cernuda, Kafavis, Hölderlin o Vicente Aleixandre: “Nos encontramos ante un escritor esencialmente personal que hizo de su propia experiencia vital y emotiva, materia sangrante de su poesía… Su poesía bien  pudiera integrarse en el pesimismo existencial…”

El poeta siempre anduvo en el margen de los caminos, donde forjó su vida bohemia, contracorriente, frente a cualquier sistema, como una escapada sin rumbo hacia la libertad, en una búsqueda de la verdad rodeado de dudas, verdadera prueba de la sabiduría desde la humildad que siempre acompañó a Soler Cano y sus palabras.



La Antología está planteada, con acierto, desde su momento final, con su último poemario, “Para cruzar el laberinto” (1990): “Nunca me detuve/ante las calles encerradas y vulgares/de los corazones apagados”. Y aquí sus versos caminan hacia el horizonte del futuro, consolidando su conciencia: “Y ya tan solo casi me consuela/el solitario/y orgulloso silencio de los vencidos,/la siempre clara y llana/transparencia de nuestra razón/y la alegría rebeldía de los que llegan”.

El tránsito en los márgenes ya advierte de la melancolía que le acompaña hasta el final: “Primavera herida” (1985): “Miro mis manos derrotadas:::”. “Como una despedida” (1983): “Cuando la libertad/nos era negada y perseguida”.



Y así sus poemarios deambularon por los márgenes de los caminos junto al poeta. Uno a uno. Siempre unidos. Hasta forjar su obra permanente: “Perfil de silencio”(1982), “Desde el umbral del adiós” (1975). Y otros momentos sublimes que comenzaron con “Antas siempre” (1973): “…Calle del Aire… y desde la raíz del tiempo/beso primero y profundo/de balcones, flores y tardes…” Para reivindicar el lugar de su infancia y de sus regresos.


Es bueno, pues, mantener la presencia poética de Antonio Jesús Soler Cano, su identidad única, su memoria, su poesía, como verdadera, directa. Para unirnos a él y acompañarle por los márgenes de los caminos que recorrió y por donde todavía permanece su presencia libre.


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