Cada año, en paralelo a la llegada de la primavera, las páginas de todos los periódicos se hacen eco de las imágenes finalistas y premiadas en el certamen World Press Photo, el mayor y más prestigioso concurso anual de fotografía de prensa. Anualmente, un jurado independiente compuesto por editores gráficos, fotógrafos y representantes de agencias de prensa, elige a las fotografías ganadoras de entre todas las enviadas el año anterior por fotoperiodistas, agencias, periódicos, revistas y fotógrafos de todo el mundo.
Aunque no seamos conscientes de ello, es más que probable que el fotoperiodismo sea uno de los géneros fotográficos más presentes en el imaginario colectivo de la sociedad: la famosa fotografía de una niña quemada por napalm durante la Guerra de Vietnam, realizada por el fotógrafo Nick Ut; la conocida imagen de Salvador Allende armado con un kalashnikov, atribuida, no sin polémica, al fotorreportero Orlando Lagos; la instantánea del teniente coronel Antonio Tejero, pistola en mano en el Congreso de los Diputados, y firmada por Manuel Pérez Barriopedro; o la realizada por Charlie Cole de ese hombre enfrentándose en solitario a un tanque en la plaza de Tiananmem, son sólo algunas de las muchas imágenes ganadoras con el WPP que han terminando convirtiéndose en auténticos iconos de nuestra era.
Que el fotoperiodismo tenga tanta presencia en nuestras vidas no significa que sea un modo sencillo de ejercer la fotografía; muy al contrario, el asesinato de José Couso o el accidente sufrido por Emilio Morenatti son un ejemplo de la entrega y la valentía de la que hacen gala los fotorreporteros, para que gracias a su trabajo, seamos conscientes de esa cruda realidad que sólo comprendemos mediante imágenes. Históricamente los grandes maestros del fotoperiodismo como Riis, Capa o Bresson, nos han narrado y documentado, a través de su trabajo, los acontecimientos y fenómenos más importantes que han sucedido en la sociedad.
Resulta cuanto menos paradójico la cantidad de espacio que los diarios suelen dedicar en cada edición al fallo de este certamen, al tiempo que no cuentan prácticamente con ningún fotógrafo en la plantilla, pues hace ya que algunos lumbreras de estos que hacen periodismo parapetados tras la mesa de un despacho decidieron que ya no hacía falta ninguno en las redacciones. Quizá lo hagan como recuerdo de aquella época en que un periódico no se entendía sin fotógrafos a la vez que no todo el mundo estaba capacitado para serlo
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