“En una nebulosa comienza. Quizás un bosque en bruma... un lugar frío, sin duda. Se escucha un canto lejano, nostálgico e intenso, casi como un lamento. Ese canto se va acercando, sensual y persuasivo. La bruma se disipa y el violín es cada vez más contundente... todo comienza a caminar y sin que me de cuenta, yo ya estoy allí.”
Y con allí no me refiero a un lugar, me refiero a un mundo sensorial amplio y maravilloso en el que sólo puedo dejarme llevar para experimentar esa cosa tan mágica a la que a veces nos conduce la Música. Pocos cuentan con la capacidad de crear todo esto, y el compositor de hoy sin duda la tiene. Revisitamos al gran Jean Sibelius y escuchamos su Concierto para violín y orquesta.
Supongo que alguna vez os habrá pasado con una novela o una película, que os gusta tanto que os adentráis en ella más de una o dos veces y siempre, cada vez que acudís, descubrís algo nuevo, no deja de sorprenderos. En la Música de la que aquí os hablo, esto ocurre constantemente. Si sólo escuchamos una vez una de las piezas que os sugiero, nos quedaremos en la capa más superficial, pero estaremos muy lejos del alma de la obra, sea cual sea ésta y signifique lo que signifique.
Selecciono las piezas con mucho mimo y suelen ser varias las razones que me mueven a proponérosla. Una vez que decido cuál será, la escucho repetidas veces antes, durante y después de escribir el artículo... aparte de las otras muchas que ya la hubiera escuchado anteriormente, claro. Pues bien, en cada una de estas escuchas mi interés en la pieza crece, y mucho. Mientras preparaba el artículo de hoy, este fenómeno se ha dado como nunca. Siempre he sabido que os iba a sugerir el Concierto para violín de Sibelius porque se trata de una de mis piezas favoritas, pero aún siendo así, me ha sorprendido cómo me ha embaucado durante estos días. Sus melodías tan contrastantes me han invadido de una manera aplastante, asaltándome en cualquier momento y ocupando todo el espacio de mi cabeza y, he de reconocer, que también de mi pecho.
Yolanda Girón
De Sibelius podemos decir que es todo un símbolo de su pueblo, Finlandia, gracias al éxito de algunas de sus obras, gracias a pasear su país por todo el mundo. Algo así como Cervantes para nosotros, pero del s.XX. Era un enamorado de la naturaleza y de su tierra, y de algún modo percibimos esto en su obra. Una especie de héroe lleno de claroscuros, lleno de luces y de sombras con una tendencia, como nos dice Alex Ross, a la grandiosidad y al autodesprecio. Un hombre caracterizado por la dualidad, un auténtico ser romántico, un verdadero artista. Y no debemos olvidar que Sibelius, el gran personaje de hoy, fue violinista, aunque nunca llegó a hacer carrera como tal. Quizás eso hizo que pusiera especial dedicación a este concierto, no lo sabemos. Pero desde luego, esta pieza tiene algo único, algo difícil de explicar... es sin duda una de las que más me gustan, esas en las que te puedes refugiar en todo momento, en las que dentro de su misterio siempre vas a encontrar cierta comprensión, que parece que siempre te hablan a ti...una Música para escuchar una y otra vez porque siempre podrás sentirla.
No me es fácil encontrar razones no viscerales para posicionarla en los primeros puestos de un ranking que he de reconocer: no existe. Pero ahí está. Así que no voy a intentar desenmarañar nada y simplemente voy a contaros cómo me siento con esta gran obra que se estrenó en 1904.
Hace un par de semanas tuve la suerte de escuchar el concierto a manos de uno de los grandes violinistas del momento, Ray Chen, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Bilbao. -Por cierto, mismo violinista que protagoniza el vídeo que os sugiero en el hashtag #EscuchandoMúsicaInmortal en las redes y por supuesto en mi web y en la versión digital de este artículo.- Si sumamos que este tío es de otro planeta y que tenemos una pieza sublime, se consigue una de esas experiencias que tan especiales son. Sentado en el auditorio me encontraba, con muchas ganas de escuchar la obra y al músico, con muchas expectativas...todas ellas superadas. Y hasta el último momento del concierto estuve alucinando, en todo momento metido en la Música, dejándome llevar por la magia de las sonoridades creadas y por la energía de aquel violín. Esa sensación que se tiene cuando uno ha hecho algo muy bien, esa plena satisfacción. Curioso... sí, pues yo sólo escuché. Obviamente no todos los lectores podréis disfrutar del directo de la interpretación de esta obra, pero os aseguro que la experiencia en casa no ha de ser menor.
Es una obra cargada de un dramatismo tremendo, llena de nostalgia y de una fuerza interior e intensidad inusuales. Esta combinación de elementos me mantiene totalmente enganchado, y me mueve. Me mueve literalmente. Arrancándome pequeños gestos en la cara e incluso me contengo a veces para no trotar al ritmo de la danza de su último movimiento...y por supuesto me mueve por dentro con total decisión, como una especie de fuerza de la naturaleza. Es una auténtica pasada. Qué gran sensación la que me causa. Qué gran obra musical. Qué gran obra de Arte. Qué cosa tan Bella.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/151247/ainola