Europa toma la matrícula: Torra es ‘intransigente’ y el separatismo ‘provinciano

Alfredo López-Luque
00:30 • 14 may. 2018

¿Llegó a co­nocer Quim Torra a Philipp Aemi en los dos años que pasó como eje­cu­tivo en la sede de Winterhur en Zürich? Lo más pro­bable es que no, porque de otra forma el can­di­dato a pre­si­dent ca­talán no se ex­pre­saría como lo hace. Si el na­cio­na­lismo se cura via­jando y si la cul­tura se pega en con­tacto con gente que sabe, pues pa­rece que ni lo uno ni lo otro. Es una pena, pero pese a todo, Aemi le acaba de dar una lec­ción gra­tis.

Antiguo alumno Erasmus en Zaragoza, Aemi se graduó y se doctoró en Zürich; fue investigador y profesor en Harvard; enseñó luego en Panamá, Filipinas y México; dirigió un proyecto e investigación para la FAO y desde 2013 es director del Centro de Responsabilidad Corporativa y Sostenibilidad de su alma mater. En su otros ratos libres, ha escrito unos cuantos libros. Y artículos como el de este fin de semana en el Neue Zürcher Zeitung, en el que descabalga el mito del victimismo catalán.


Para que no quedan dudas, el título del artículo de Aemi es el enunciado de toda una tesis: ‘El mito catalán de la independencia es chovinista y provinciano’. El texto sale al paso de la idea que ‘está ganando terreno’ en Europa de que ‘Cataluña es una víctima del imperialismo español’. Le atribuye el éxito de ese relato a un Puigdemont que es ‘tratado como un héroe trágico’ a menudo en los medios: ‘Ha logrado hacer público un mito que hace que la búsqueda de la independencia de Cataluña parezca algo legal, casi natural; retrata la historia catalana como una narrativa de resistencia a la represión de España, ignorando por completo la historia y los logros comunes’.



La verdad es la siguiente, añade: ‘España es una democracia desde hace casi 40 años, y sus autonomías tienen derechos de autogobierno comparables a los de los estado federales alemanes; las nuevas libertades sentaron las bases del renacimiento económico y cultura de Cataluña en España; esto no encaja con el mito catalán de que unos orgullosos nacionalistas se defienden de una España supuestamente extranjera y atrasada’.

¿Resultado de ese falseamiento? Algo esquizofrénico: ‘Una combinación no muy atractiva de pensamiento provinciano y chovinista, en contradicción con el espíritu cosmopolita de la metrópolis que es Barcelona’.



Aemi no se refiere por su nombre a Torra, pero no hace falta, como se ve. Su columna es como una respuesta a aquellos tuits infames de supremacismo y xenofobia que por otra parte están dando la vuelta al mundo. Los tuits, su borrado y las palabras a modo de excusa que suena a más burla con eso de que ‘si efectivamente alguien ha entendido de estos tuits alguna ofensa, pido disculpas, porque en absoluto era ésta la intención’. No hace falta que explique el candidato cuál era su intención: en sus declaraciones en TV3 y en su discurso de investidura ya ha dicho todo lo que tenía que decir, sea o no dictado tal cual desde Berlín.


Como lo único nuevo en las palabras de Torra es la determinación de ir otra vez al choque, de nuevo el artículo de Aemi dice cuatro verdades. Una: ‘Para los nacionalistas catalanes, el modelo democrático parece aceptable sólo si las decisiones son a su favor’. Dos: ‘No hay el más mínimo interés por el diálogo’. ¿Va dirigida la frase a la ‘oferta’ de Torra de ‘diálogo sin condiciones’ pero con la condición previa de que va a impulsar la república catalana y el ‘mandato’ del 1-O, cuando más de la mitad de los catalanes no quieren eso? En el Süddeutsche Zeitung, Thomas Urban no se traga la trola: señala que Torra y los secesionistas insiste en la ruptura ‘aunque la mayoría de los 7,5 millones de habitantes de la región no los apoya’.



Tres, sobre cómo la tenacidad del separatismo ha contagiado a algunos en Europa: ‘Casi ningún periódico fuera de España analiza el daño colateral, a saber, el envenenamiento del clima político en España y la difuminación en el púbico europeo de las reglas de la democracia y el Estado de derecho’. Y cuatro, como corolario y con cita del semiólogo Roland Barthes sobre la fuerza de la simplificación del mito como lo ‘moralmente correcto’: ‘La identidad catalana y su mito subyacente requieren a un Mariano Rajoy, porque sin él, o mejor dicho, sin su representación mediática, no habría una historia convincente sobre la represión’.


En este ‘caldo de cultivo’ de falsedades y victimismo, como concluye Aemi, pueden peligrar a largo plazo los fundamentos del Estado constitucional, y esto va más allá de España. Frente a esos intentos de escamoteo de la realidad, los ciudadanos deben ser activos en la búsqueda de la información y en crítica razonada. Algo de eso han hecho este fin de semana otros muchos medios, principalmente europeos, a la hora de dar cuenta de la primera votación de investidura fallida de Torra, y de seguir valorando al personaje. AFP y otros lo tildan de ‘acérrimo partidario de la independencia’. Julia Macher dice en Die Zeit que representa la ‘línea dura’ del separatismo. En The New York Times, Raphael Minder redondea: ‘Abogado de formación, Torra también es un editor con larga historia de respaldar el separatismo catalán’. Sin excepción, todos los medios tradicionales y digitales llaman la atención sobre el hecho de que Torra tiene poca experiencia política y es el primer candidato sin cuentas pendientes con la Justicia.

Michael Stothard en Financial Times y algunos más lo consideran un ‘intransigente’ que según sus críticos ‘ha mostrado escasas señales de ser un candidato que pueda cerrar la heridas’ en Cataluña. Hannah Strange pone el acento en los tuits de la vergüenza, que le han granjeado al candidato acusaciones de ‘xenofobia’ y ‘odio’. Sam Jones en The Guardian y algunos más parecen ponerse de acuerdo en la liturgia de que Puigdemont ‘ha ungido’ a Torra. Para Ségolène Allemandou en France 24, Torra es un ‘candidato-títere de Carles Puigdemont’, la apreciación que de una u otra forma también ha aparecido en casi toda la prensa.


Y Hans-Christian Roessler destaca en el Frankfurter Allgemeine Zeitung que el candidato hizo un discurso ‘combativo y nada conciliador’. Retó a diestro y siniestro, desde el Rey y Rajoy al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, porque la UE ha estado ‘inaceptablemente silenciosa’. Esa es otra muestra de cómo las mentiras se convierten en mitos. Esa crítica a la UE la subrayan docenas de medios, pero la verdad es que no de silencio, nada. La UE le ha dicho hasta la extenuación a los líderes separatistas que fuera de la ley no hay democracia que valga.


El mismo Roessler añade algo peculiar sobre la fisonomía de Torra: ‘Algunos consideran británica su apariencia’. Será por la flema.


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