Almería lleva un par de semanas en un estado diario de crispación a cuenta de la tan ansiada reforma de la Plaza Vieja. Como en el cuadro Duelo a garrotazos de Goya salen a la palestra las dos Españas para embestir una contra la otra. Diferentes bandos sacan toda su artillería mediática para calentar a la opinión pública, ya sea desde los medios de comunicación o a través de los nuevos coliseos de las redes sociales. Hemos leído a políticos de ambas partes, a arquitectos, a asesores, etcétera, y aunque me surge la duda de por donde andan otros colectivos, es otra la que más me corroe ¿y luego qué? Es decir, cuando se haga la obra, sea la que sea.
Con árboles o sin ellos, con Pingurucho o sin él, o una mezcla de todo ello. ¿Recuperará la vida nuestra Plaza Vieja? Yo personalmente creo que no. Y por desgracia lo creo porque se parte de un error muy habitual en nuestros días. Y no es otro que tratar de dar soluciones arquitectónicas a problemas más amplios que un mero suelo y un espacio diáfano. Las ciudades son algo más que calles y edificios unidos unos a otros. Son un grupo de personas que cohabitan en un espacio y que dentro de esas relaciones se imbrican muchas facetas que deben ser abordas por distintos colectivos profesionales para conseguir un conjunto armónico que satisfaga a los que vivimos en ellas. No se le puede dar a un arquitecto el poder casi exclusivo para solventar un problema social, histórico, medioambiental o económico. No tiene dicha capacidad y por desgracia, se está escuchando con demasiada habitualidad, un discurso en el que se le otorgan a estos titulados unas funciones que extralimitan sus capacidades profesionales, por mucho que esté de acuerdo en que su voz es importantísima en estos debates.
Nuestra Plaza Vieja necesita volver a la ciudad y eso no se solucionará dejándola diáfana ni manteniéndola como está. Es un problema arrastrado desde hace más de un siglo cuando sus edificaciones se limitaron a albergar un centro administrativo y se ajardinaron con la esperanza de convertirla en un lugar de esparcimiento, hecho que fracasó.
A mi entender son dos los principales problemas que azotan a este espacio: Su pérdida de tejido económico y su pérdida de centralidad social y urbana. La Plaza Vieja es la periferia, no es el centro ni el corazón de la ciudad (a veces dudo que nuestra ciudad lo tenga en algún sitio). Esta plaza dejó de ser el mercado central cuando se inauguraron las actuales instalaciones, perdiendo toda la vitalidad que ello conllevaba. La hostelería no ha ganado su espacio y difícilmente lo ganará puesto que apenas hay dos locales más donde abrir negocios (salvo que se trasladen oficinas municipales que albergan servicios al ciudadano). Y la cultura y el ocio, que también se centralizaba en ella, tampoco llevará un tráfico diario de viandantes, sin olvidar que será a costa de otros espacios de la ciudad que lo perderán y que a día de hoy albergan este tipo de eventos. Por ejemplo, la Rambla, en su anfiteatro o en el tramo cercano al mar, el parque de las Almadrabillas, la plaza del Mar de El Toyo, la plaza de la Catedral, la explanada del Mesón Gitano o el nuevo recinto de conciertos de la Vega. En lo social, mientras que los barrios de la Almedina y La Chanca-Pescadería no se integren de una vez por todas en la ciudad, se rejuvenezca su población (¿se perdió una oportunidad con la residencia universitaria?), haya oportunidades laborales que incrementen su renta, se apueste por su patrimonio, se dote de servicios que lo conviertan en una zona de vida y no de exclusión, el centro no volverá a ser centro de verdad y por tanto será simplemente lugar de frontera o un mero escenario para los turistas que buscan cerveza, flamencas y sombreros mexicanos.
Es negativo el futuro que percibo con independencia del partido que gobierne. Para aclararlo creo que de una vez por todas se debería implicar a los vecinos para que den la opinión de la ciudad en la que quieren vivir con independencia de lo que afirmen los gurús. Y debemos reconocer que se debe tener un debate calmado, coherente y conciliador para conseguir un pacto sobre el futuro de Almería. Y que son los economistas los que deben hablar de economía urbana, los historiadores los que deben dar el valor histórico a la ciudad, sus edificios y sus conjuntos monumentales, los trabajadores sociales los que deben analizar cómo desarrollar socialmente unos barrios y otros, los graduados en Bellas Artes los que hablen de estética y diseño, los ingenieros agrónomos sobre vegetación urbana, etcétera. Creo que se entiende, lo que viene a resumirse con el dicho de “zapatero a tus zapatos”. En caso contrario no creo que logremos crear una ciudad habitable y reconfortante donde se disfrute de una calidad de vida óptima y nuestra querida y anciana Plaza Vieja continuara su irreversible camino a la senectud arrastrando al resto del casco histórico.
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