Escuchar a Montoro decir que, aunque se levante el artículo 155, se van a vigilar las cuentas de la Generalitat, es de una petulancia tan exagerada que casi produce risa de no ser porque estamos ante un asunto muy serio.
Ya dijo Montoro que no se había gastado dinero público en el referéndum ilegal, y se tuvo que envainar las declaraciones ante las pruebas evidentes de la Policía y la Guardia Civil.
A Montoro no se le pide que haga de detective, pero nadie le ha solicitado ese engreimiento del que da muestras de manera empecinada, como si se empeñara con entusiasmo en hacer el ridículo. Si se la metieron doblada -la malversación- con el 155 vigente, no te digo lo que puede ocurrir cuando el racista Torra nombre a su equipo de confianza. Vamos, para que le dejen pasar de la puerta a un inspector de Montoro tendrá que ir con una orden judicial, como mínimo.
Pero si el entusiasmo de Montoro conviene rebajarlo para que deje la arrogancia en el perchero, antes de salir a una rueda de prensa, también sería conveniente disminuir el entusiasmo de Rivera por el 155, que habrá que levantarlo, y, sobre todo, por esa tendencia a considerar que la manifestación expresa de cometer un delito equivale a cometerlo.
El racista Torra tiene una forma de expresarse groseramente desenfadada, y es cierto que ha manifestado su intención de cometer los mismos delitos que su antecesor, pero eso no es una prueba de que los haya cometido. Yo puedo decir de un vecino que me tiene harto y que un día le voy a dar dos ostias, pero ello no capacita a la policía a que me detenga y me presente ante el juez, acusado de golpear a mi vecino. Cuando Torra golpee la Constitución habrá que seguir los pasos legales y proceder legalmente. Pero cuidado con el entusiasmo. El exceso de entusiasmo lleva a errores fatales, y los cometen hasta los jueces.
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