Los Coloraos, una jugada maestra

José M. García Redondo
07:00 • 22 may. 2018

A estas alturas, parece quedar claro que el Ayuntamiento de Almería ha decidido retirar para siempre el Pingurucho de Los Coloraos de la Plaza Vieja. No sé hasta qué punto puede molestar un monumento que ensalza la “Libertad”, ni sé si habrá alguna fuerza oscura o algún fantasma que esté empujando a tomar estas decisiones pero, en cualquier caso, se está haciendo francamente bien. 


Desde que el mundo es mundo, la “Libertad” ha inquietado a los poderosos y, poco a poco, especialmente en los últimos años, han procurado irla constriñendo empleando todo tipo de argumentos. Evocando la “modernidad” y la “simplicidad”, el escudo municipal ―ahora llamado “imagen corporativa”― ha perdido, entre otras cosas, aquel lema de la ciudad “decidida por la libertad”. Los símbolos son importantes, crean identidad y definen a la comunidad, precisamente por eso, van a por ellos.


El caso de Los Coloraos es sin duda un ejemplo de astucia política. En esta ocasión se arguye la “recuperación” de la Plaza Vieja como “plaza mayor”, un eufemismo de su “mercantilización”. Hace unos días, el alcalde de las apps participativas zanjaba las “polémicas absurdas” en torno al traslado del monolito y comunicaba que sería reubicado en un entorno BIC, probablemente el templete de la música del Parque Nicolás Salmerón, no sin antes culpar a la Junta de Andalucía por las demoras en las obras de la Plaza Vieja. Tras este anuncio, los almerienses pueden estar contentos, qué mejor sitio que un entorno Bien de Interés Cultural para acoger al monumento ―y cito nuevamente al alcalde― pues “estará en un lugar prominente de la ciudad”. Sin embargo, y he ahí la trampa, el alcalde y su equipo saben que no pueden intervenir tan fácilmente sobre un conjunto BIC, protegido por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Particularmente, el kiosco de la música aparece recogido en la declaración del parque como “jardín histórico” (BOJA n. 20 de 29/01/2018) y, como previene la normativa sobre el patrimonio histórico andaluz, tanto las alteraciones en los conjuntos como en su entorno deben estar sometidas a previa autorización. Así pues, una vez desmantelado el monumento y planificado su virtual traslado, el ayuntamiento del PP obtendría ―obviamente― la negativa de la Consejería de Cultura para modificar la fisionomía del parque, así como la de cualquier otro entorno BIC que el consistorio propusiese. La presunta jugada maestra no sólo consiste en desmochar el pingurucho y guardarlo en un almacén, quizás compartiendo escondrijo con aquellos cañones que desaparecieron también de la Plaza Vieja, sino en darle la vuelta a la tortilla y terminar por culpar a la Junta y al PSOE de imposibilitar la ejecución del traslado. 



Quizás sea muy perverso pensar que tras toda esta pantomima hay un plan más retorcido (y no quisiera dar ideas). Recuerdo lo que se hizo con la fuente de la plaza de San Pedro: argumentando unas filtraciones, se destrozó a machotazos la más antigua de la ciudad y, casi como una burla, la maltrecha parte central fue reubicada en una esquina (a modo de reliquia) mientras que se encargó una réplica completa del surtidor. Quién sabe si este será el futuro del pingurucho, el tiempo nos lo dirá. Entre tanto, nos queda felicitar al artífice de la jugada maestra, no sin avergonzarnos, como sociedad, de que a alguien ―desde su balcón― pueda escocerle ver escrita la palabra “Libertad”.






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