No es nada nuevo, es más, por desgracia parece que nos estamos acostumbrando. La libertad de expresión en España es una autentica falacia. El secuestro cautelar del libro ‘Fariña’, la retirada en ARCO de la obra de Santiago Sierra y la condena al rapero Valtonyc son algunos de los ejemplos que ha llevado al periódico estadounidense The New York Times a asegurar que el estado español se ha convertido en un país donde los riesgos para la libertad de expresión se han incrementado en los últimos años apuntando a la Ley Mordaza como instrumento para “controlar la propagación de las protestas durante la crisis”.
“Puta policía, puta monarquía”. ¿De verdad se ha condenado a alguien por enaltecimiento de terrorismo con esta rima? ¿No sería más apropiado castigarlo a copiar cien veces y con buena letra ‘Rimas y Leyendas’ de Bécquer?
Paradójicamente las sentencias por enaltecimiento del terrorismo se han multiplicado desde que ETA abandonó la lucha armada y dejó de matar. Hecho este que hace que haya quien se pregunte si no nos encontraremos ante un despliegue de represión y criminalización impropio de una democracia.
El último acontecimiento, o penúltimo, porque nadie puede asegurar que mientras se imprimen estas líneas no haya surgido otro, ha sido el protagonizado por Evaristo Páramos. Al parecer no hubo detención como se informó al principio, pero si denuncia, sin estar claro si fue por las letras de sus canciones o por los comentarios entre las mismas.
Cabe recordar que en Almería, en 1998, durante los festejos del Día de Andalucía, Manuel Martín López, cantante del grupo La Santa Espina, fue denunciado y trasladado a comisaría por unos hechos muy similares. Las muestras de apoyo a El Pájaro, apodo del cantante, fueron unánimes, pues con el dictador bajo su losa, desde hacía ya trece años, el hecho se consideró anacrónico.
Llama la atención que el artista haya sido denunciado ahora tras treinta años sobre los escenarios interpretando los mismos temas y realizando similares comentarios, primero como cantante de La Polla Records y actualmente de Gatillazo.
Cuando era niño mientras veía a la policía persiguiendo a los traficantes de drogas en las series de televisión, al lado de mi casa había una tienda con un letrero enorme en el que se leía: Droguería. No entendía cómo la policía podía ser tan torpe y no dar con ellos. Probablemente fueran el mismo tipo de agentes que han tardado treinta años en encontrar a Páramos y que aún no han localizado a emepuntorajoy.
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