Desde el primer minuto de la presentación de la moción de censura han aparecido innumerables interpretaciones, cábalas y “pactómetros” conducentes a posible viabilidad de la moción en función de los votos clave para configurar una mayoría. En definitiva, es un asunto de pura aritmética (se necesitan 176 votos) que esconde una trama de intereses, fobias y revancha que no permite avizorar una racional y lógica determinación beneficiosa para el interés general. Puede suceder cualquier cosa en función de las estrategias de cada uno de los partidos que juegan en el tablero de su propio protagonismo. Las ideologías están en almoneda y la oportunidad es el bien más preciado que venderá caro el apoyo o el rechazo. Y, aunque escribo desde la desventaja de desconocer aún la decisión del PNV, poco importa dadas las circunstancias para un futuro convulso, salga lo que salga.
Vivimos unas jornadas históricas, pero no por lo novedoso. Esto es más antiguo que la tos: el Gobierno de España depende una vez más de la voluntad de los nacionalistas.
El gobierno es algo muy necesario para que todo funcione correctamente. El mal gobierno de una embarcación conduce al naufragio y el mal gobierno de un organismo sucumbe ante la enfermedad. Es todo tan sencillo como comparar el gobierno de una nación a la reducida escala de una persona.
Las personas estamos expuestas a diario a miles de patógenos: respirar el aire, tomar un alimento, asir una barandilla… los microbios están ahí y no podemos evitarlos. Afortunadamente, nuestras defensas biológicas reconocen la invasión del patógeno y, a través de los leucocitos y el sistema inmunitario, producen una reacción que logra restablecer la normalidad en el organismo afectado; eso sí, con la secuela de unas ligeras molestias que pasan sin más. El problema surge cuando el sistema inmunitario (el gobierno) es débil o se encuentra despistado en otras contiendas que dispersan su atención. El patógeno, por el contrario, suele ser oportunista e infecta mucho mejor en organismos que bajan sus defensas y muestran debilidad.
La enfermedad de un organismo puede tener una etiología compleja que a un médico experimentado le haría reflexionar. Sin embargo, no hay nadie más rápido para diagnosticar que un político en la oposición y con patológica ansiedad. Todos tienen el remedio, el tratamiento adecuado y el restablecimiento más rápido y feliz para el paciente.
La sentencia de la Audiencia Nacional por el caso Gürtel no hace que Rajoy sea mejor o peor presidente del Gobierno, especialmente cuando cuatro días antes consiguió la proeza de consensuar los Presupuestos Generales del Estado y afianzar al PSOE en la defensa conjunta del 155. De héroe a villano en cuatro días.
Lo más preocupante de Sánchez es el aviso “bolivariano” que acaba de introducir: “Recuperar la normalidad política e institucional, recuperar la vida democrática, poner en marcha una agenda para atender las urgencias sociales… y convocar elecciones”. Dicho así, se queda corto el Mesozoico para poder resolver esos arduos asuntos que, junto a la “Alianza de Civilizaciones”, la paz mundial y la erradicación de la pobreza, suelen prologar conocidos y padecidos populistas en un discurso de acceso al poder y que, algunas veces -casi todas-, dirime en tragedia.
Es posible que Sánchez se aferre el Gobierno, pero es imprevisible saber cuándo lo soltará… y en qué circunstancias y escenario convocaría elecciones. Con aderezos tan poco edificantes como anticapitalistas, antisistema, secesionistas, herederos del terrorismo… y acreditados corruptos es muy difícil aventurar un recorrido de “normalización democrática”.
Si no fuese por el serio riesgo que comporta, sería bueno que España sufriese una dolorosa convalecencia que la inmunice ante el oportunismo populista, la amenaza secesionista y la corrupción. El problema -volviendo al símil inicial- es que para esta cepa no hay vacuna. Las mutaciones, la genética del patógeno, la variedad y su virulencia pueden conducir a la extenuación o fracaso del organismo infectado. Vacunarse de la gripe no da seguridad total, alguna variante no esperada ni prevista te hará convalecer.
Sin embargo, el problema es mayor cuando te enfrentas al mismo tiempo a la gripe, neumonía, hepatitis y otros exotismos tropicales. Ya no se trata de una enfermedad, es la certeza de una dolorosa recuperación o aún mucho peor.
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