Entre lo improbable y lo imposible

José Fernández
00:30 • 03 jun. 2018

La dilatada lista de méritos y errores del ya ex Presidente Rajoy ofrece, como cualquier trayectoria política, elementos de análisis y discusión de lo más interesante, siempre que seamos capaces de abordar ese debate lejos del ruido y de la furia que ha rodeado, especialmente en los últimos tiempos, el siempre exigente desempeño de ese cargo. Por eso tengo la sensación, que podrá ser compartida o no, de que el paso del tiempo situará al censurado presidente en mejor lugar del que ocupa en la actualidad, al menos entre quienes tengan a bien darse una pausa y alejarse de los estruendos a la hora de hacer juicios de valor. En todo caso, ese lugar será infinitamente mejor que el de otros ilustres predecesores, como, sin ir mas lejos, el más reciente. Ahora bien, lo que debe interesarnos ahora no es tanto la ejecutoria de quien ya es pasado, sino las perspectivas de quien es rabioso presente. Y tan rabioso. De entrada, porque lo del Presidente Sánchez es un imprudente salto hacia delante en un escenario plagado de incertidumbres. En ese panorama, la insensata pretensión de dirigir algo parecido a un gobierno contando con el apoyo de un reducido número de diputados propios y una inquietante amalgama de grupos que hacen bandera de la demolición del sistema, es un ejercicio condenado de antemano a un fracaso individual de repercusiones colectivas. Y todo eso, pasando de largo por la grosera incongruencia de explicar la moción de censura en la necesidad de dotar de regeneración y dignidad al panorama político, apoyándose en grupos de acreditada insolvencia ética, capaces de abrazar el terrorismo, el golpismo, el supremacismo o la institucionalización del soborno. No vivimos tiempos en los que parezca prudente empecinarse en convertir en imposible lo que de entrada es ya improbable. El coste de estas operaciones quiméricas es añadir desgaste a un sistema que pide a gritos unas reformas que, de no acometerse, alimentarán el peligroso discurso de quienes viven para deslegitimar nuestro marco de convivencia.






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