El peligro de las plegarias atendidas

José Fernández
07:00 • 05 jun. 2018

Se suele atribuir a Santa Teresa la afirmación de que se vierten más lágrimas por las plegarias atendidas que por las desoídas, un aforismo del que periódicamente comprobamos su acierto. Los modernos explican eso ahora hablando del karma, quizás para otorgar una autoría exótica a la esfera de competencias que antes correspondía a la providencia. Pero no nos desviemos. 


Hay que tener mucho cuidado con las cosas que se desean, porque a veces esas aspiraciones se materializan de improviso, dejando al solicitante ante el trance de asumir las cargas de lo que tanto había deseado. Truman Capote pasó muchos años esperando ansiosamente que su editorial le encargase escribir lo que él mismo, dueño de un ego desmedido, anunció que iba a ser la gran novela americana del S.XX. La obra estaba pensada como un retrato crudo y mordaz sobre la clase dirigente estadounidense y se iba a llamar -precisamente- “Plegarias atendidas”. Cuando finalmente llegó el encargo, Capote aceptó un jugoso cheque en concepto de anticipo y se dedicó a celebrar el encargo como sólo él sabía hacerlo. Pero la alegría bloqueó la creatividad del autor. Los meses pasaban y la obra, que según Capote estaba metida dentro de su cabeza, no conseguía pasar a la máquina de escribir. Todos los plazos se incumplieron, la editorial perdió el interés por el proyecto y el escritor pasó el resto de su vida obsesionado por una obra que nunca llegó a terminar. 


Como decía la santa de Ávila, a veces el destino, o lo que sea, castiga a quien parece favorecer concediéndole exactamente lo que desea. Pienso ahora -y les ruego que me disculpen el giro- en el secretario general del PSOE almeriense, José Luis Sánchez Teruel y en la incómoda posición en la que le ha colocado el inesperado regreso de su partido al gobierno de España



La constante lista de demandas exigidas al expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se ha convertido, de la noche a la mañana, en su lista de deberes ante el presidente Sánchez. Y aquí, créanme, sí que vamos a tener un relato.





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