Sobre la actividad económica en el municipio de Murgi tan sólo podemos alcanzar a describir supuestos muy generales ya que los restos materiales que han llegado hasta nosotros son necesariamente escasos y poco explícitos. Suponemos que los recursos fundamentales debían derivarse de la agricultura, la pesca y derivados, y la explotación minera. Asentamientos como los de Tarambana, cañada Ugijar, Cabriles, Onayar y otros presuponen la existencia de explotaciones agrícolas tanto de cultivo extensivo como de regadío; en cualquier caso, una agricultura de subsistencia sin excesiva repercusión económica.
Muy diferente debió ser el caso de la pesca e industria derivada del litoral murgitano, y de la minería de su sierra. Respecto a la primera, las balsas de salazón de Guardias Viejas y el complejo industrial de Turaniana constituyen un testimonio real de una explotación de recursos de los que hicieron uso siempre las ciudades de la Bética en la orilla o próximas al Mediterráneo. Otro tanto podemos decir de las explotaciones mineras de la cercana sierra de Gádor y de las numerosas salinas que recorrían el litoral de las que la más conocida es la de los Cerrillos. Tanto los minerales de la sierra como las salmueras y la sal debían constituir productos de exportación y fuente de riqueza para el municipio.
Fueron sin duda estas actividades económicas las que promovieron un rico trasiego comercial, documentado en los numerosos pecios costeros y en los indicios detectados de infraestructuras portuarias, así como en una clase social que hoy llamaríamos de empresarios y que entonces estaba representada por libertos como Emilio Dafno y la familia de los Pedanios. No deja de llamar la atención en este sentido el origen foráneo de ambos personajes, el primero procedente del Mediterráneo oriental, y el segundo de Barcino, la actual Barcelona, donde se ha documentado un amplio entramado familiar con este mismo gentilicio compuesto por altas dignidades de la ciudad y sus libertos. En este sentido también resulta significativa la mención expresa de incolae en el municipium murgitanum, prueba de que debían constituir una numerosa colonia de extranjeros dedicados a estas actividades.
El florecimiento económico alcanzado en la ciudad es la razón que explica la creación de una estructura urbana digna de una ciudad plenamente romanizada. Las termas de las que nos ha llegado información epigráfica, los pedestales, con sus estatuas correspondientes, erigidas en honor de los emperadores Adriano y Caracalla, y el pedestal dedicado al dios Marte, son testimonios innegables de la existencia de un foro o centro urbano en el que además, debían asentarse una curia o lugar reservado para las reuniones del senado local, una basílica dedicada a las transacciones comerciales y otras actividades ciudadanas como la que conocemos en la vecina Abdera. Es muy probable igualmente que en ese foro se encontrara un aedes Augusti, templo dedicado al culto imperial del que conocemos la existencia del colegio sacerdotal de los seviri. Otros monumentos de carácter funerario como el Daimuz o el pedestal honorífico funerario de Porcia Maura no son sino elementos de alto valor arquitectónico y ornamental que dignificaban la ciudad y alrededores. De la posible existencia de un circo no caben sino conjeturas a pesar del hecho fehaciente de la celebración de juegos circenses y de las últimas informaciones proporcionadas por el georradar; sabido es que estos espectáculos podían celebrarse en lugares adecuados a propósito sin la necesaria existencia de una construcción permanente.
Precisamente los juegos circenses decretados por los decuriones en honor de Porcia Maura con motivo de sus exequias nos abren la puerta al conocimiento de la actividad recreativa y cultural de los habitantes de Murgi. Formaban parte estos juegos de espectáculos de masas, cuya celebración debía ser aprobada por las autoridades del municipio. Sufragados mayoritariamente con fondos propios o con aportaciones de particulares como compensación por haber sido elegidos para algún cargo, lo que en la terminología jurídica se denominaba summa honoraria, solían estar acompañados por banquetes ofrecidos a los ciudadanos, como el que costeó Emilio Dafno cuando inauguró las termas.
Más propiamente culturales eran otras posibilidades que brindaban los espacios recreativos integrados en las termas. Los servicios que prestaban estos edificios no eran solamente higiénicos; con frecuencia los edificios termales solían tener anexos bibliotecas donde el común de los ciudadanos disponía de códices con los que formarse y recrearse en la lectura.
En la esfera de lo cultural hemos de situar igualmente la actividad religiosa sobre la que disponemos de diversos testimonios epigráficos: una dedicatoria al dios Marte, la existencia del colegio sacerdotal de los seviri dedicados al culto imperial, y el culto a los muertos que se deduce del pedestal funerario de Porcia Maura.
Lo realmente llamativo del pedestal dedicado a Marte es el apelativo Dominus que acompaña al nombre de la divinidad y que revela la identificación de la deidad romana con otra de origen autóctono con las mismas funciones. La misma estructura de la pieza revela su fijación a un muro por la parte de atrás lo que permite insinuar la existencia de un recinto dedicado a su culto. No es posible determinar las razones que indujeron a la dedicatoria y celebración del culto a Marte que quizá guarde relación con el resultado victorioso a una agresión, de las varias sufridas en la costa bética por parte de los Mauri procedentes de África. Otra posibilidad es la constatada relación de Marte como dios primigenio protector de los campos e invocado contra las epidemias de ganados y cosechas como nos informa Catón en su tratado de agricultura.
Conocemos la existencia del culto al emperador reinante por el seviratus que ejerció Lucio Emilio Dafno. Dicho culto, cuyos orígenes se encuentran ya en los tiempos de Augusto, se extendió profusamente por toda Hispania y dio lugar al nacimiento del colegio o cofradía de los seviri que, como su nombre indica, constituían un colegio de seis sacerdotes que, en distintas ocasiones, pero especialmente con motivo del aniversario del emperador, celebraban diversas actividades religiosas en su honor. Su elección correspondía a la curia municipal que procuraba seleccionarlos entre los habitantes más adinerados de la población ya que su nombramiento conllevaba la entrega de una summa honoraria, en dinero o en especie, en beneficio del municipio. En el caso de Dafno, además de la construcción del edificio termal, los festejos en su inauguración y la entrega de un denario a cada ciudadano, el sevir prometió la entrega de una suma anual de 150 denarios para el mantenimiento de las mismas mientras viviese. Todo ello evidencia de una generosidad excepcional y desde luego de una gran fortuna.
A pesar de un uso lo más objetivo posible de las fuentes literarias y materiales, el intento de reconstrucción de la historia del municipio romano de Murgi no puede ser un logro acabado. Es tan sólo una aproximación creíble pero nebulosa, a la que faltará siempre definir con mayor precisión sus contornos político-sociales y culturales. Uno de esos contornos indefinidos es el mismo marco cronológico de su existencia. Sabemos con relativa certidumbre cuando se inició el proceso de romanización y cuando alcanzó su plena decantación con la adquisición del ius Latii. Pero ¿qué podemos afirmar en cuanto a su desmoronamiento como sociedad políticamente organizada? ¿cuándo dejaron de funcionar sus instituciones? ¿en qué momento se produjo el despoblamiento y ruina del centro urbano? Son muchas preguntas con difícil respuesta a las que en un trabajo de divulgación como el presente no es posible responder.
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