Regreso al despacho

Regreso al despacho

Fernando Jáuregui
20:18 • 15 ago. 2011
Varios de los principales dirigentes políticos españoles han hecho saber que en las próximas horas se irán reincorporando a sus despachos. Y desgranando, poco a poco, algunas de las ideas que presumiblemente han ido almacenando para los programas electorales que nos van a presentar a los ciudadanos ante la inminente campaña electoral. Me parece que todos piensan, pensamos, que esos programas no pueden ser rutinarios, con las ideas más o menos de siempre: tienen que ser programas de emergencia, que respondan a la situación de crisis que vivimos y a las soluciones radicales que nuestros vecinos y homólogos ya han comenzado a poner en marcha. Debo decir que lo que he venido escuchando en estas dos semanas vacacionales me ha decepcionado algo. Las reformas que se sospecha que albergan Mariano Rajoy y los mandatarios del PP son de corto alcance -hasta donde se han pronunciado, que no ha sido demasiado, la verdad-, poco audaces para la gravedad de la situación. Las ideas con las que el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, nos ha ido bombardeando durante el calor agosteño han protagonizado la polémica, es cierto -seguramente era lo que se pretendía-, pero algunas de ellas, por ejemplo esa propuesta del ‘escaño 351’, potenciando las iniciativas populares, suscitan la sospecha de que se han cocinado demasiado apresuradamente. Tengo la impresión de que, ya que no ha habido un pacto reformista por encima del resultado de las urnas, vamos a asistir, por el contrario, a una competición de ideas ‘originales’ y al ya consabido ‘yo lo dije primero’ a la hora de desgranar los programas electorales. Llega tarde la lluvia de estas presuntas ideas y lo peor es que es de temer que muchas de las propuestas no tengan excesiva credibilidad si no son lo suficientemente sinceras; por mucho que haya que buscar el voto ciudadano, no tiene sentido edulcorar ahora, y menos ocultar, los pros y los contras de unos ajustes duros que parecen inevitables: ahí están Italia, Francia, Portugal y hasta los Estados Unidos para demostrarlo. Nuestra clase política, que, por lo que se va viendo, no es mejor ni peor que la media europea, ha de regresar de sus meditaciones veraniegas -que en algún caso me parece que se han limitado a la inquietud por el futuro personal de gentes a las que aún no se ha respondido a la pregunta de ‘¿qué hay de lo mío?’- dispuesta a decirnos la verdad. La verdad de las recetas a adoptar ante un futuro inquietante y que ya no parece seguir dispuesto a mantenerse como presente.






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