Para llegar a ser un secesionista de provecho, te dicen un día que Miguel de Cervantes Saavedra es catalán, y debes asumirlo, por mucha sorpresa que te haya producido y, sobre todo, no poner una objeción, porque cualquier objeción es una chinita que dificulta el proceso. Meses más tarde, te dicen que debes boicotear por la fuerza un homenaje que le van a dar a Miguel de Cervantes en la Universidad. Cualquier persona normal consideraría que ya había sido doloroso admitir que el alcalaíno fuera catalán, pero una vez asumido casi resulta más difícil colaborar en impedir que se homenajee puede que único catalán conocido en todo el mundo. Esta esquizofrenia de hecho se practica varias veces a la semana, según días, y hay jornadas en que el secesionista va de víctima, hecho una plañidera, dolido por la persecución a la que es sometido, pero hay un miércoles, o un jueves, incluso un domingo, en que el supremacista se pone a despreciar a los que ayer le perseguían y él, no solo, sino en compañía de otros, tiene que hacer de matón y advertir a dueños de restaurantes que no se portan bien, y que a ver si van a alquilar sus locales al Rey, que luego puede haber una desgracia, igual se incendia el local, que cosas peores se han visto en Chicago. Pero es que, pasadas veinticuatro horas, a ese Rey que se desprecia, y cuyos retratos se queman en público con gran alegría de los participantes, se le envía una carta para tener una entrevista con él y hablar del proceso. Además, es una petición inútil, porque Felipe VI no puede ni siquiera obligar al cese de un concejal de un municipio de 1000 habitantes. Lo puede nombrar marqués, o concederle una distinción, pero en una monarquía democrática ni lo puede nombrar ni puede impedir su cese. Estas cuestiones son conocidas por cualquier estudiante de Derecho de primer curso e incluso por el público en general. A los secesionistas les cuesta. Son las consecuencias de la esquizofrenia.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/154183/esquizofrenia-secesionista