Fernando Jáuregui
20:57 • 17 ago. 2011
Un verano más, José Bono, a quien le quedan apenas semanas como presidente del Congreso de los Diputados, ha sabido copar titulares gracias a su ya tradicional convocatoria a los medios en su casa natal de Salobre (Albacete), donde pasa las vacaciones. Un verano más, hemos leído diferentes interpretaciones acerca de lo que Bono, uno de nuestros políticos más baqueteados, planea acerca de su futuro. Y esas interpretaciones, en ocasiones contrapuestas, no son muestra de la incapacidad de los informadores, sino que responden al peculiar lenguaje de quien durante tantos fuera presidente de Castilla-La Mancha, y luego ministro de Defensa, y luego presidente de la Cámara Baja y, por tanto, ‘número tres’ en la jerarquía protocolaria del Estado. Porque, al tiempo que dice que prefiere no volver a ser diputado, asegura que no le gustaría abandonar la política y se ofrece a su partido para lo que fuere menester. O sea.
Me precio de conocer a Bono -en lo que es posible conocer a político de tan larga zancada, por llamarlo así- desde hace años: como jovencísimo abogado, me defendió ante el Tribunal de Orden Público franquista y, como periodista, he tenido la oportunidad de seguir más o menos de cerca su trayectoria. Pertenezco a su misma generación -la de los primeros años cincuenta-, que es, por cierto, la que ha estado mandando hasta ahora en España, pese a que su jefe, Zapatero, sea diez años menor. Ahí están los casos de Rubalcaba, Elena Salgado, Moratinos, José Enrique Serrano, Manuel Chaves, Joaquín Almunia o María Teresa Fernández de la Vega, por poner solamente algunos de los más relevantes ejemplos. Me parece que Bono sabe perfectamente que le ha llegado la hora del relevo y que, en el improbable caso de que ganase las elecciones, su coetáneo Alfredo Pérez Rubalcaba contaría con él para cuestiones más representativas que ejecutivas; como en el PP Mariano Rajoy, que es un hermano algo menor de esta ‘generación de los cincuenta’, el candidato socialista tendrá que ceder el peso del Estado a personajes más jóvenes, con otros conocimientos, otras interlocuciones y diferentes sensibilidades.
Porque viene una nueva era en el mundo, en Europa -Merkel y Sarkozy son, por cierto, de la misma edad que Mariano Rajoy, y el haber nacido apenas con unos meses de diferencia genera sin duda algunas afinidades- y, desde luego, en España. Y se van a requerir soluciones radicalmente nuevas, rupturas con un pasado a las que los sucesivos gobernantes no han querido, hasta ahora, proceder.
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