La propuesta del presidente del Gobierno para acordar con todos los partidos políticos un nuevo Estatuto de Autonomía, llega tarde. Tarde para convencer a quienes cruzaron el Rubicón proclamando la independencia y la república catalana y mantienen esa hoja de ruta. Tarde, también, para allegar el apoyo del conglomerado político que forma Podemos partidario de buscar una salida al desafío de los secesionistas accediendo a su principal reivindicación: la convocatoria de un referéndum de autodeterminación. Tarde, en fin, para contar con el apoyo del PP y de Ciudadanos, fuerzas abiertamente contrarias a cualquier concesión a quienes pretenden romper la unidad de España.
Solo el PSC, dirigido por Miquel Iceta, un partido de filosofía filo nacionalista y práctica política ambigua apostaría por una propuesta que analizada en su circunstancia determinante: la precariedad parlamentaria del PSOE (84 diputados, apenas el 24% de la Cámara) se resuelve como una maniobra para ganar tiempo. El tiempo que necesita Pedro Sánchez para consolidar su imagen de "hombre de Estado" capaz de dialogar con los secesionistas marcando la diferencia con Mariano Rajoy, su antecesor en La Moncloa.
Un ganar tiempo que en su aspecto práctico vendría a ser algo así como marear la perdiz a la espera del desenlace de las disputas entre los partidarios del prófugo Carles Puigdemont y los seguidores de lo que queda del pujolismo en el PDeCat. A su vez, enfrentados con los dirigentes de ERC partidarios de apostar por una vía pragmática que desde el poder de la Generalitat permita resolver el asunto de los políticos presos intenta reagruparse para concurrir a las próximas elecciones municipales con posibilidades de éxito. La propuesta de Sánchez tiene algo del cuento de la lechera.
Todo su edificio reposa sobre el apoyo en el Congreso por parte de Podemos y de los diputados de ERC y el PDeCat. Pero a éste respecto, Joan Tardá, portavoz de ERC le advirtió desde la tribuna: "solo tendrán nuestro apoyo para avanzar, no para tomarnos el pelo". Para concluir que sí el Gobierno negaba el referéndum, no habría solución al conflicto. Tardá se refería a un referéndum de autodeterminación, derecho que no reconoce la Constitución Española. Sánchez habla de consulta autonómica, un referéndum para sancionar un nuevo Estatuto para Cataluña. Llega tarde, los separatistas están en otra cosa. Llevan años incendiando la imaginación de sus partidarios con un sueño, que hoy por hoy se revela imposible. Sánchez lo sabe, pero con este tipo de ofrecimientos gana tiempo. Necesita consolidar las buenas expectativas que le auguran al PSOE las encuestas. Necesita que la audacia de la moción de censura transforme su aventura en un triunfo electoral.
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