Días antes del conocido episodio de la moción de censura (viernes, 1 de junio de 2018) el gabinete del presidente Rajoy trabajaba para cerrar una fecha, antes de finales del pasado mes, para desplazarse a Almería y colocar la primera piedra de las obras del paso a nivel del Puche. Supongo que ya saben lo que pasó con esa moción, así que no será necesario insistir más en ello. Los proyectos, las obras, los plazos y toda la preparación administrativa de ese proyecto que suponía el inicio de las obras del AVE en Almería capital estaba presta y dispuesta. No lo digo yo, sino que lo ha contado con detalle el que fuera ministro de Fomento, Iñigo de la Serna. Su sucesor, el socialista José Luis Ábalos, no se ha mostrado especialmente tranquilizador al respecto. De hecho, aún no se ha dado por enterado de la petición de entrevista que le solicitó el alcalde de Almería nada más tomar posesión de su cartera, aunque sí ha querido reunirse con alcaldes de capitales gobernadas por el PSOE. Lo cierto es que con el nuevo Gobierno, la continuidad de la llegada del AVE a Almería tiene que analizarse desde el ámbito de la fe, porque -seamos claros- están evitando dar certezas. Anteayer mismo, el ministro Ábalos estuvo en Sevilla para repasar el estado de proyectos infraestructurales en Andalucía. En rueda de prensa, el ministro habló durante once minutos seguidos sin que la palabra “Almería” saliera de su boca. No mencionó las tareas pendientes con la licitación de obras en el corredor Almería-Murcia, mientras que sí habló de las líneas Algeciras Bobadilla y Sevilla-Huelva. ¿Qué les parece? Pero la cosa no debe estar tan grave como antes, porque la Mesa del Ferrocarril no ha convocado manifestaciones o vigilias con velas y el contador de días sin obra del AVE que enseñaba el PSOE no registra movimientos. La vigilante conciencia ferroviaria almeriense, callada como eso que están ustedes pensando. Esa era la necesaria regeneración.
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