Vacaciones, al fin

José Luis Masegosa
00:30 • 30 jul. 2018

A la hora de la siesta, seña de identidad patria, el concierto percusionista del tímbalo de los machos de las cigarras acompaña la banda sonora de la tórrida tarde castellana: las señales horarias del reloj municipal y el craqueo de las parejas de cigüeñas que encalan el campanario de la iglesia parroquial. A la sombra de la balconada de la casa del abuelo Gerardo, cómodamente apostado, el vecino retornado viaja entusiasmado al Líbano para descubrir por medio de las páginas  de “Los desorientados” la suerte que Amin Maalouf depara a los cinco amigos que la enfermedad terminal de uno de ellos les ha reencontrado. La interesante lectura de la quieta tarde juliana es interrumpida de improviso por la voz recia de un desconocido de mediana edad que no duda en dirigirse al único humano que ha divisado desde la calle. Mochila a la espalda, bastón en mano y tocada la cabeza, el transeúnte se interesa por las razones del cierre del restaurante “Me gusta comer”, referencia gastronómica del Camino Mozárabe de Santiago en el tramo sanabrés,  que desde hace varias décadas regente Teófilo Llamas y su familia: Emilia, su mujer, y  las hijas Laura y Yolanda, en el municipio de Rionegro del Puente.


El interesado es un peregrino andaluz que realiza el Camino de Santiago a pie para satisfacer tres objetivos principales: culminar todo el recorrido y enriquecerse con la experiencia personal, reencontrarse y disfrutar de la variedad paisajística que atesora el largo itinerario –con la travesía de los cuatro grandes ríos que fragmentan el Camino: Guadalquivir, Guadiana, Tajo y Duero-  y alegrar su estómago con las exquisitas viandas que ofrece Teo en su carta del peregrino –pastel de atún, pote gallego, lomo con ensalada de frutas y  tiramisú con helado., incluido café y chupitos de licores del Abuelo de la Vega-. El romero expresa su desmesurado deseo por conocer tan renombrada posada del Camino y regocijarse con el ambiente y hospitalidad que generosamente regala este mítico mesón castellano que con tanto acierto alimenta con sus cantos la noche rionegrera de la peregrinación compostelana. El peregrino muestra una gran frustración a su interlocutor cuando éste le comunica que la venta se halla cerrada y que si quiere aliviar el gaznate debe acercarse al colmado y panadería de Vidal, donde podrá encontrar buenos y nutrientes sustentos.


Es tiempo de vacaciones, un concepto que surgió en nuestro país en el siglo XIX y que evolucionó hasta que en 1931 la Segunda República aprobó una norma que contemplaba un permiso anual retribuido de siete días para todos los asalariados. Sin embargo, aún hay muchos conciudadanos –casi la mitad-  que no saben el significado del ocio  ni de las vacaciones, ese goloso periodo del calendario que estos días tiene a media España demudada.  Es la razón por la que el restaurante “Me gusta comer” no ha colocado el cartel de cerrado durante tres décadas continuadas. En la cabeza de Teo el Cocinero no ha encajado hasta ahora el hecho de privar de su atención a los miles de peregrinos que desfilan al año por su casa y, además, su actividad diaria ha englobado para él el concepto vacacional, por lo que durante treinta años ha estado privado junto a  su familia del ocio retribuido. 



Un pequeño contratiempo de salud le ha hecho reflexionar que también es necesario abandonar la rutina y tomar un tiempo de descanso, aunque solo haya sido una semana y a pesar de dejar en el Camino a un peregrino andaluz frustrado. Es posible que Teo el Cocinero continúe, como hasta ahora, recordando a sus  parroquianos el viejo y razonado dicho de la comarca de Carballeda sobre nuestra existencia: “Somos muertos de vacaciones”, pero probablemente tendrá más en cuenta que las vacaciones llegan, al fin. Aún cuando los peregrinos de Santiago pregunten por él  al lector de la balconada del abuelo Gerardo. 





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