La solidaridad de la Unión Europea en el tema de la migración y el reparto de cupos saltó por los aires con la crisis griega y los miles de refugiados sirios. Confirmó su defunción con las pateras que huían de Libia y era de esperar que España sufriera la misma suerte con el flujo desde Marruecos.
Ante la petición de ayuda urgente de Pedro Sánchez, el máximo responsable europeo, Jean-Claude Juncker, le ha contestado, muy educadamente, que los fondos son limitados y que se necesita que todos los países miembros aporten dinero. Lo que viene a ser: los migrantes para ti, apáñatelas como puedas, y seguimos, eso sí, con preocupación, tu problema.
Y, por mucho que Albert Rivera y Pablo Casado visiten la valla de Ceuta y Melilla, y hagan declaraciones altisonantes culpando a la acogida del Aquarius de provocar el efecto llamada, el problema es de muchísimo mayor calado y vuelve a tener como fondo las actuaciones de Bruselas.
A nadie se le escapa que los cientos de miles de subsaharianos que esperan en Marruecos para dar el salto a Europa no han llegado ayer, ni se pusieron en viaje tras la llegada del Aquarius. Intentan cruzar ahora porque Marruecos ha rebajado la vigilancia harta de que los prometidos fondos de la UE lleguen tarde y mal, y de que Europa haya decidido que los países de la otra orilla del Mediterráneo acojan lo que ellos no quieren, convirtiéndose en los campos de refugiados que acallan sus conciencias sin ayudas y sin recursos.
En la última cumbre sobre este tema, celebrada en Bruselas, la mayor preocupación fue la crisis del Gobierno de coalición en Alemania y el riesgo de que Angela Merkel fuera desalojada del poder, precisamente por sus socios que no quieren más refugiados en su suelo. Pedro Sánchez que volvió a ofrecer la solidaridad española, con grandes aplausos de los presentes, volvió con el encargo de negociar con Marruecos. Pues bien, los numerosos encuentros, encabezados algunos por el ministro Borrell, han dejado claro el malestar marroquí por la evidente disparidad entre los fondos destinados a Turquía para que acoja a los refugiados sirios, tres mil millones, y los escasos treinta millones que reciben ellos para contener a los escapados del hambre y las guerras en África.
Difícil solución Mientras las instituciones europeas no solucionen el agravio de querer convertir al Magreb en el patio trasero de Occidente, a cambio de migajas, el flujo de pateras y los intentos de asalto a las vallas se van a seguir produciendo. Si ya no es aceptable que la Europa del Este, que recibe cuantiosos fondos comunitarios, haya cerrado de forma hermética sus fronteras y esto se acepte con resignación en Bruselas, lo intolerable es que no aporten nada a los socios que están asumiendo la labor.
Los efectos de esa falta de solidaridad en la UE se han visto claramente en Italia. Populistas de extrema derecha haciéndose con el poder y la xenofobia y el racismo creciendo a la par que las agresiones a los sin papeles. No es ese el futuro que queremos para España, pero conviene no perder de vista el crecimiento de VOX en las encuestas con el rechazo al diferente como lema.
Hay que levantar la voz en Bruselas para que dejen de mirar para otro lado.
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