Ginés Parra
18:40 • 22 ago. 2011
Son las 19, 20 h. aproximadamente, las familias retozan en la arena de la playa para mitigar los rigores del verano, los niños juegan en la orilla, desde los Tritones, al Delfín Verde y la Cabaña del Tío Tom. Las abuelas, sentadas en su silla playera bajo la sombrilla para poder respirar.
La mayoría están ajenos a lo que va a suceder, otros que lo saben, aguardan en segunda línea de playa para ser espectadores de la que se avecina.
Efectivamente, no falla y puntual a su cita asoma en el horizonte la figura de un barco, poco a poco se aproxima al puerto de la ciudad de Almería, se escuchan, a pesar de la lejanía el sonido de sus motores, se divisa la estela de espuma que deja tras de si.
Algunos, los mas avezados, se apresuran a salir del agua, otros retiran su cosas de la orilla, las madres sacan a los niños de su placentero baño.
Sin embargo, otros continúan leyendo el periódico bajo su parasol, ajenos a lo que va a acontecer dentro de unos momentos. Otros continúan dorándose al sol tumbados sobre la esterilla.
El murmullo y el revuelo se apoderan de la playa mientras otros, atónitos, miran a un lado y a otro tratando de comprender qué es lo que ocurre pero no alcanzan a comprender qué es lo que se les viene encima.
Una madre grita: "Niños que viene la ola, saliros a merendar". El que dormita bajo la sombra levanta la cabeza y solo ve el mar en calma más sereno que un bloque de hielo y a lo lejos una nave que entra en puerto.
Una señora despierta a una joven que parece dormitar apoyando su cabeza sobre el colchón hinchable. "Bonica, mira que viene la ola y te va a mojar todo". Levanta sus gafas de sol, mira al mar y nada se mueve. La mujer le insiste: "Nenica, que viene la ola". No obstante, sin entender nada, se levanta y retira sus cosas de la orilla un par de metros hacia atrás, por si acaso.
La embarcación se adentra en el puerto y nada ha sucedido, pero de pronto, a escasos metros de la orilla, el mar parece agitarse, pareciese como si algo bullese en el fondo y comienzan a elevarse pequeñas olas, hasta que una de ellas se hace mas grande, rompe en la orilla y se adentra en tierra firme casi dos metros.
El murmullo en la playa es generalizado, la gente se levanta de sus asientos, las esterillas y las chanclas flotan en el agua, algunos salen corriendo para rescatar sus enseres, otros cargan con la sombrilla abierta sobre el hombro, los que sesteaban en la arena han despertado sobresaltados y miran a un lado y a otro intentando, perplejos, comprender el fenómeno y contemplan el éxodo masivo de los de primera linea de playa que avanzan hacia la retaguardia cargados con su pertenencias, en muchos casos chorreandico vivas.
Los foráneos preguntan y algunos se auto contestan: "Ha comenzado a subir la marea, tendremos que irnos", ajenos a que en el mediterráneo almeriense, esto no ocurre. Otros les explican que ha sido el barco: ¿qué barco? Preguntan, ya no hay ninguno en el horizonte ya que su efecto se produce a posteriori.
¿Qué contarán los turistas cuando lleguen a a su casa? ¿Se tratará de un fenómeno extraño? ¿Tal vez un viejo animal marino que surge de las profundidades? ¿La pleamar que se inicia en Almería? ¿Nuevas situaciones procedentes del calentamiento del planeta? ¿O tal vez pequeños tsunamis producidos por fenómenos sísmicos propios de nuestra tierra?
Tal vez sea un caso digno de estudiar para Iker Jiménez y Milenio cuatro, mañana lo sabremos.
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