Moncloa, ¿dígame?

Mañana de flama en agosto augurando tórrida jornada. El señor Antonio, jubilado de digna pensión, le ha dado un primer vistazo a su ejemplar del ABC, ése que ha recogido a la vuelta de su ceremonial diario que no es otro que el de plantar su sombrilla de playa, cual pica en Flandes, lo más cerca posible del líquido elemento. Para su fortuna no está en Benidorm donde esa acción es sacrílega, está en Santa Pola donde cierto se hace lo de “a quien madruga Dios le ayuda” sobre todo si es para que el saludable chapuzón no se torne en aventura imposible hasta alcanzar la orilla.

El señor Antonio decidido está en llevar a cabo algo que le viene rondando en su  cabeza desde hace tiempo. Pese a su avanzada edad se maneja como pocos de los de su quinta en lo del teléfono móvil. Con resuelta actitud y después de localizar el número de su interés espera que su llamada sirva para despejarle dudas que le atormentan.

Moncloa, ¿dígame? -le requiere una voz femenina- Sr. Antonio: Buenas ¿me pasa con prensa?; dígame con quién desea hablar-le reclama amablemente la operadora- Sr. Antonio: Pues con nadie en especial. Operadora: Dígame el asunto por si le puedo ayudar pasándole con la persona adecuada. 

Señorita, entiendo que en las fechas que estamos, de personal andarán un poco cortos –manifiesta tímidamente el Sr. Antonio- Operadora: En absoluto, estamos los suficientes y a “full time”–en ese momento el sr. Antonio piensa que algo se le escapa pero inaccesible al desaliento insiste- Verá señorita, llevo tiempo preocupado porque de todas esas encuestas que publican jamás me han llamado para preguntarme, ni siquiera en ésa última del CIS, sí, la del Centro de Invenciones Socialistas y me pregunto a qué se puede deber. Operadora: Señor, dos aclaraciones –rebajando el tono de amabilidad- la primera es que está usted confundido con el significado de las siglas; CIS quiere decir: Centro de Investigaciones Sociológicas y una segunda, las encuestas se hacen de forma aleatoria y en tamaño de población pequeño pero suficientemente significativo –en ese momento al sr. Antonio le vuelve a su rostro la misma mueca que con lo del “full time” comprendiendo, además, el porqué fallan tantas veces las susodichas encuestas.

Nuestro interlocutor no está dispuesto a desperdiciar la ocasión y vuelve a la carga. Mire señorita, creo que a mí nunca me van a llamar para preguntarme nada así que si no le importa me gustaría expresar mi opinión sobre algunos asuntos y si lo ve bien se la hace llegar a esa persona adecuada. Operadora: Le escucho señor- en expresión ya cercana al grito- pero intente ser breve.

Sr. Antonio: “Señorita operadora” no entiendo que el señor Sánchez nombrara ministro a un condenado por fraude fiscal o que hiciera ministro a una persona contraria al antropocentrismo que afirma que hay que considerar a los animales iguales a los humanos en derechos. Sigo sin entender lo de la salud universal ni lo de dialogar con los nacionalistas como si fuesen toda Cataluña y menos lo de defender la existencia de las embajadas catalanas. Me gustaría que me explicasen el acercamiento de los asesinos etarras o los golpistas catalanes y el no impedir homenajes a los terroristas en protección de la dignidad de las víctimas.

Operadora: Vaya concluyendo. Sr. Antonio: Me gustaría decirle que no entiendo tampoco la inacción del Gobierno en defensa de la neutralidad en los espacios públicos en Cataluña ni ese afán del Sr. Sánchez de controlar los medios públicos de comunicación y tampoco ése tic con tanto nombramiento a dedo. Ya si eso le traslada todo esto a  la persona que dice usted ser la adecuada y lo mismo tiene la amabilidad de contestarme. Operadora: Ya, si eso para septiembre. Por cierto caballero si no es indiscreción ¿es usted votante de Cs? Sr Antonio: Pues sí señorita, si. Operadora: Y por último ¿que edad tiene usted? Sr. Antonio: la suficiente para no comprender lo del “full time” pero  la necesaria para saber que España es mucho barco para 84 marineros.