Hay una deriva involucionista respecto de las libertades que enfrenta a las dos Españas y que resulta preocupante. Las voces exigiendo la inmediata retirada de las pancartas contra el Rey el pasado viernes en Barcelona carecen, creo, de razón, por mucho que me disguste el contenido de tales pancartas. ¿Por qué, en una manifestación, no se van a poder expresar las ideas de quienes en ella participan?
Ahora, el debate está entre los que quieren volver a aplicar nuevamente el artículo 155 de la Constitución, es decir, Ciudadanos y el Partido Popular -por este orden- y los que piensan, como creo que hace el Gobierno central, que hay que seguir negociando. 'Negociar' es palabra que se carga de desprestigio en las redes y en las sedes de algunos partidos, así como en algunos centros mediáticos, lo cual ya es bastante indicativo de por dónde van las cosas en este intransigente país.
No llegaremos a solución alguna si los más importantes medios se cierran en banda en una y otra orilla; la anhelada conllevanza entre Cataluña y el resto de España -ya que el amor parece haberse hecho imposiblenunca regresará a nuestras playas mientras las fuerzas constitucionalistas, por un lado, y las independentistas, por otro, no lleguen a un 'pacto de palabra'. Me temo que algunos dirigentes del centro y la derecha viven más pendientes del cierto clamor en redes sociales y en cenáculos y mentideros pidiendo 'mano dura' cuando el insensato Torra dice que 'hay que combatir al Estado' que del bien de la razón de ese Estado. Ocurre que yo prefiero dejar el desatino en exclusiva al actual president de la Generalitat, sin necesidad de que incurramos, a la hora de gritar locuras, en el sempiterno 'y tú, más', tan caro a la dialéctica política española. Creo que el Gobierno central ha actuado correctamente enmendando la plana a la táctica rajoyana de 'dar la espalda' a cualquier atisbo negociador con los secesionistas catalanes, que nos gustarán más o menos, pero que ahí están, con sus apoyos y sus diadas. Y sus incapacidades.
Ni siquiera sé qué podemos esperar del siguiente encuentro, que parece que será en Barcelona, entre Pedro Sánchez y Torra. Mal irán las cosas si el molt honorable president se aferra a sus rabietas y mantiene el hilo absurdo con el hombre de Waterloo, del que ya hemos comprobado que nada podemos esperar: se ha instalado en el 'cuanto peor, mejor' para completar lo que él cree que es una 'vendetta' contra quienes han 'hundido su vida'. ¿Lo entenderá Torra algún día?
Pero, en este lado de la orilla, ¿qué hace que PP y, sobre todo, Ciudadanos, se aferren a tácticas y estrategias ya fallidas, como una reedición del 155 sin haber agotado antes todas las vías? Me temo que estamos ante una nueva muestra de falta de sentido de Estado, cosa que lamento mucho dado mi respeto tanto por Albert Rivera como por Pablo Casado. Pero en esto pienso que Pedro Sánchez tiene más razón que los otros. Confiemos, que a lo mejor es mucho confiar, en que sepa cómo hacerlo.
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