Duros a cuatro pesetas en el campo almeriense

David Cabrera
07:00 • 30 ago. 2018

Con la agricultura almeriense no se negocia. Es sabido por la ciudadanía de la provincia, en especial la del Poniente y el Levante, que nuestra agricultura es el motor de nuestra economía. Además del turismo, con el que principalmente se cuenta en determinados períodos del año, la agricultura almeriense está en funcionamiento durante todo el año. Se trata de un modelo productivo que se ha copiado y se ha exportado a otras partes del mundo, como Sudamérica, China o países del Norte de África como Marruecos.


Hace poco más de dos meses leíamos una noticia sobre las peticiones de COAG al respecto de las negociaciones de la Unión Europea con Marruecos, principalmente por la explotación del Sáhara, un espacio que no es reconocido como marroquí por la ONU. En ese sentido, la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, daba por finalizados los acuerdos europeos y marroquíes por incluir exportaciones de origen saharaui. Hace escasos días los medios de comunicación de ámbito provincial nos sorprendían informándonos acerca de la llegada a Marruecos del tren de Alta Velocidad antes que a Almería. A la postre, principalmente destinado al traslado de productos hortofrutícolas a los mercados europeos.


Almería, en especial su agricultura, es la moneda de cambio de la Unión Europea para negociar con Marruecos: pesca, tráfico de personas y de drogas, terrorismo… Desde el Gobierno español no vemos nada a favor de nuestro medio de subsistencia, ningún comunicado, ninguna acción, sino todo lo contrario. Mientras, el gobierno de la Unión Europea no cuenta con nuestros intereses.



Dentro de esa negociación en la que nuestra agricultura juega un papel perdedor contamos también con el problema de los fitosanitarios. Hace unos días, en prensa se afirmaba que nuestra agricultura llevaba más de diez años sin una alerta sanitaria. Es decir, que el camino de nuestra agricultura hacia la inexistencia de residuos se está recorriendo correctamente. En cambio, el caso de Marruecos no es el mismo. Mientras que nuestros controles sanitarios son férreos y se aplican excelentemente, los mínimos aranceles que se imponen en las importaciones africanas facilitan la aparición de productos erradicados hace años dentro de las fronteras europeas.


Por si esto no fuera poco, los costes de producción de ambos orígenes no pueden ponerse al mismo nivel. En nuestra provincia, los costes de producción son limitados, inclinándose así la producción a favor de la calidad y de la rentabilidad antes que la exportación masiva de hortalizas de una calidad secundaria con unos costes de producción mínimos. Todo eso favorece a las grandes distribuidoras que, con el fin de generar un mayor beneficio comercial, copan sus mercados con una calidad inferior al precio de una superior.



 En definitiva, nuestras instituciones no apuestan por nuestro futuro. A cambio de vender nuestros productos con un escaso margen, favorecen las importaciones marroquíes cuya trazabilidad es dudosa y, a causa de unas condiciones totalmente diferentes, unos costes de producción bajísimos, que no repercuten nada más que a los escasísimos propietarios de la tierra. En cambio, en nuestro campo, somos miles los pequeños propietarios que nos vemos arruinados. Desde la Unión Europea esa política es cambiar duros a cuatro pesetas.





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