Besos sin lengua

Sexta entrega de la serie de columnas ‘La mesa de al lado’

Juan Pardo Vidal
07:00 • 02 sept. 2018

Nunca he besado a nadie que no conociera mi lengua, me refiero al español. Soy un cateto sentimental, un Alfredo Landa, no pertenezco a la Unión Europea, no fui un estudiante erasmus y tengo la impresión de que sólo en una ocasión se enamoraron de mí y no de Juan Pardo Vidal, el que juguetea con el idioma. Wittgenstein dijo “Los límites del lenguaje son los límites del entendimiento”, y se quedó tan tranquilo. Wittgenstein era matemático, era lingüista y era filósofo, por eso pensaba que podía decir lo que le diera la gana, pero era muy feo, no era tan guapo como el chico de la mesa de al lado. 


¿Se puede mantener una conversación con alguien que no conozca tu lengua? Tu idioma, me refiero. Sí, se puede. Ellos lo hacen, el chico y la chica de la mesa de al lado usan el móvil, supongo que tienen una aplicación abierta y se comunican con ella, mira, look, también se muestran en la pantalla videos de canciones que les gustan en Youtube, comprenden sus sonrisas, las comparten, ¿usarán los lyrics? No sé, el caso es que se entienden, ¿o es tan importante entenderse? A veces se besan, se besan con lengua y sin lengua porque no conocen la lengua del otro y sí la conocen. Parecen felices los dos, se tocan las manos sin traductor. Él móvil le traduce las tapas, ¿cómo se dice morros de cerdo en inglés? Pig lips. Se bend de risa, se parten de laugh, oh my god


Sus padres les tienen tirria a sus móviles, ellos no. Yo entiendo lo que ella dice cuando habla, desgraciadamente sé un poco de inglés. Y, desafortunadamente, también sé español —por eso lo entiendo a él y por eso me oigo pensar—. Pero ellos, que en realidad no se entienden, se comprenden entre sí mejor que yo a ellos y que yo a mí —no se puede escribir sobre nada que no sea una paradoja—. A su vez, yo no entiendo mi móvil y ellos sí comprenden los suyos. Sus móviles están enamorados por bluetooth y el mío me tiene tirria y vamos a cortar.



Hablo el francés de un niño de tres años y el inglés como Tarzán, soy filólogo pero tengo muy poca experiencia lingüística. Una vez tuve una novia catalana, y a eso se reduce mi conocimiento en profundidad de otras lenguas. Estaba pensando en todo eso cuando un niño gordo de unos dos años de edad se acerca a mi mesa y me saca la lengua, ¿pero qué le he hecho yo al niño gordo? Le saco la mía —¡qué se habrá creído el mocoso este!—. Hace pucheros y va a contárselo a sus padres, que están en una mesa de la esquina del bar. El niño gordo acusica, que ni siquiera conoce mi lengua porque no sabe ni hablar, me ha sacado la lengua y ahora me señala con su dedo índice corto y rechoncho. El niño gordo es Wittgenstein, lo tengo clarísimo, es un lama austriaco reencarnado y nacionalizado británico en niño gordo. Si me muerdo la lengua es por no mandarlo a hacer puñetas y pido the bill. ¿Cuálo? La cuenta.





Temas relacionados

para ti

en destaque