Los árboles no son el problema

Los árboles de la Plaza Vieja tapan algo más que la ahora cada vez más hermosa fachada del Ayuntamiento. Los árboles de la política de trinchera nos impiden ver, como tantas veces, una Almería capaz de avanzar y crecer fuera de la sombra heladora de las siglas y las consignas. Y ese discurso interesado es el que está presentando esta cuestión como un simple debate forestal entre leñadores y ecologistas. Nada más lejos de la realidad. Almería es la única capital española que tiene a su Ayuntamiento disperso en varias sedes porque su edificio histórico arrastra la friolera de trece años de clausura, con los gastos, molestias e incomodidades que eso genera a todos los almerienses. El traslado de veinte ficus no puede ser algo más relevante que eso.

El equipo de Gobierno no hace sino cumplir con su obligación, que es defender la aplicación de un proyecto de remodelación integral de la Plaza Vieja, aprobado tras concurso público y que contempla la reubicación del arbolado y la instalación de esquinas con vegetación para dotar de una nueva dimensión al edificio del Ayuntamiento, como ya se está empezando a vislumbrar con la parte visible de la remodelación. Serán ahora los técnicos municipales los que tengan que valorar si se puede seguir o no con el proyecto de remodelación que ganó un concurso en el que todos los modelos presentados contemplaban un espacio diáfano para la Plaza Vieja.

Y respecto del pronunciamiento de la Junta de Andalucía actuando como un grupo más de la oposición municipal, no hay mucho que añadir. Tan sólo cabe preguntarse dónde estuvo, qué hizo -o mejor- que no hizo la Junta de Andalucía con el principal edificio civil del Casco Histórico de Almería, y su compromiso de entregarlo remodelado para los Juegos Mediterráneos de 2005. El calendario de hoy marca el año 2018 y el histórico edificio sigue sin prestar servicios a todos los almerienses. Ojalá hubieran mostrado esta misma agilidad de respuesta y actuación a lo largo de estos últimos trece años.