La sola lengua universal

Juan José Ceba
07:00 • 24 sept. 2018

Habrá que releer y revisar toda la obra literaria de Julio Alfredo Egea, volver a ella una y otra vez, para entender en hondura cuanto dijo, mientras se desangraba de amor sobre la tierra y sus criaturas.


Su autenticidad era tan limpia como turbadora.


Regresaba a su angustia primera. A su luz y a su sombra. A la incomprensible deshumanización, que le sublevaba de continuo y le desgarraba por dentro.




A su alma transparente asomaban los jirones de esta especie.
 

Y aún en el vino de la amistad tranquila, entre las risas, veíamos de pronto el ala negra del sufrimiento por la deriva de la tribu. No podía ocultarlo. No juzgaba, no sabía juzgar, no condenaba, con su corazón de trigo bueno. Pero movía la cabeza con pesar y se quedaba preocupado al filo de la amargura. Toda su poesía está atravesada, de parte a parte, por el venablo de ese choque brutal ante la insensibilidad y el cainismo.




En sus libros de poemas, y aún en las canciones infantiles, hay encendidas de forma permanente candelillas o mariposas de aceite, para recordarnos su deseo de pacificación, fraternidad y comprensión de todas las criaturas; adentrándonos en su bosque fascinante, donde todos los seres y elementos se hablan, se comprenden y abrazan, con una sola lengua universal, que entienden y armonizan al pájaro, con la sabina milenaria, la hormiga o a la mujer que lee junto a la voz parlera de la acequia. Unidas todas ellas, criaturas de este valle, a la música de las estrellas y planetas.


Julio nos ha legado una luz para la convivencia futura; su poesía la vemos proyectarse en el tiempo, ir a los campos de batalla, a los barrios del hambre, campos de refugiados, al mar de los naufragios, abrazarse a los solos, a las mujeres perseguidas y subir en las alas del ruiseñor de su belleza.




Habrá que volver sobre sus versos, despojados de etiquetas y prejuicios. Todos sus días bregó por ennoblecer las palabras, aún a sabiendas que, un poema, o todo el canto de su vida, no podrían cambiar la realidad más dura. O acaso la sanación del verso puede llegar a las capas más hondas de esta especie, que se golpea hasta perder aliento?


La relectura de su canto puede alumbrarnos vías que, acaso, ahora no sabemos, o no podemos ver, con esta turbación del vuelo.


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