Tropezar con las palabras

Isaías Lafuente
14:00 • 04 oct. 2018

Quienes nos dedicamos al oficio de escribir somos conscientes de que el manejo de las palabras se convierte a veces en una profesión de riesgo. Y cuando la palabra brota hablada, el peligro se multiplica. Les sucede también a los políticos. Por eso, cuando creíamos haberlo oído todo, siempre nos llega una nueva remesa de barbaridades. 


Hoy hemos escuchado dos. Un concejal de Ciudadanos en Alcañiz, Joaquín Galindo, al defender la enseñanza concertada en un pleno municipal no se le ocurrió otra cosa que alabar los excitantes uniformes de las niñas de los colegios de monjas, que, al parecer, marcaron su adolescencia. Cuando dos concejalas le llamaron la atención sobre su comentario "despreciable y machista", lejos de rectificar dijo sentirse ofendido y entró a contar unos pormenores sobre cómo le tocaba el culo a su novia porque a ella le gustaba. 


La otra barbaridad, aún peor, la del alcalde de Torrox, Óscar Medina, que un día después del asesinato de una mujer en su localidad no se le ocurrió otra cosa que afirmar en una emisora municipal, como aspecto positivo de la tragedia, que su ciudad se había colocado en el mapa gracias a la masiva presencia de medios de comunicación. "Algo habremos hecho bien", remató.



Todos tenemos un mal día y a veces una mala construcción sintáctica, una palabra mal elegida o un ejemplo mal escogido, nos lleva a decir lo que no queríamos. Pero hay que tener el cerebro muy cortocircuitado como para conectar las bondades de la educación concertada con los excitantes uniformes de las chicas que estudian en colegios de monjas o para concluir que un crimen machista y su extraordinaria repercusión mediática puede actuar como eficaz señuelo turístico.


Ni un pleno es el ámbito para decir payasadas ni el luto por un brutal crimen machista es un marco idóneo para presumir de nada. En ambos casos se han pedido responsabilidades. Esperemos que los ilustres dicharacheros presenten unas disculpas al nivel de las barbaridades pronunciadas. Y que la próxima vez piensen cinco segundos antes de hablar. Para evitar el tropiezo,  o para no dejar sus vergüenzas al aire.





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