Quim Torra –sé que no se debe jugar con los nombre y apellidos de las personas pero no puedo evitarlo, me suena a Chistorra y, también, a chorra y a chiste (una extraña mezcla, que da un zambombo como resultado)- es el Presidente de la Generalidad, máximo representante del Estado en Cataluña y Jefe máximo de los díscolos Mossos. Un hombre de ¿orden?, habida cuenta de que, oficialmente, es quien dirige en Cataluña su gobernanza: arte o manera de gobernar que se propone como objetivo un desarrollo económico, social e institucional duradero promoviendo un equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía, según el Diccionario la Real Academia.
Y, sin embargo, me malicio que cuando cerraron los manicomios a los internados en ellos los hicieron Presidente, consejeros y asesores de la Generalidad de Cataluña, especialmente a los esquizofrénicos, con doble personalidad, aunque Torra parece tener muchas más, dada su capacidad de desdecirse a instancias del residente en Waterloo.
Sólo así se explica que el día 1 de octubre –aniversario del referéndum unilateral que, según Rajoy, no existió- el encargado de mantener el orden público exhortase a desordenarlo a sus amigos de los Comités de Defensa de la República -“yo vengo de esa base independentista”, dice- los ya famosos CDR (sus amigos) , en los que militaba él mismo, y aún lo hacen su mujer e hijos, al grito de “Gracias a los amigos de los CDR, que apretáis y hacéis bien en apretar”. Y, dóciles, se echaron a la calle –aunque creo que ya estaban en ella, pues llevan muchos meses parafraseando a Fraga y su “la calle es nuestra”, y convirtieron Cataluña –no sólo Barcelona: Gerona lideró la guerra- con la ayuda inestimable de la CUP (sus compañeros), ANC y Arranz que, creo, forman una escudella i carn d’olla en la que es my difícil diferenciar los ingredientes.
Pero ¡oh, disgusto para el amigo Torra los CDR & apretaron tanto que le llamaron traidor, pidieron su dimisión, le gritaron –pancarta incluida- “Il poble mana e il Govern obeeix” (“El pueblo manda y el gobierno obedece”) y pretendieron asaltar la Comisaría de la Policía Nacional de la Vía Layetana, y el Parlamento –cerrado desde hace tres meses, porque Puigdemont se niega a dejar de ser diputado, por imposición del Tribunal Supremo-, obligando a refugiarse en él a los pocos Mossos que lo defendían de la apretura hasta que llegaron otros mozos, casi cazados a lazo y vestidos casi de paisano, a disolver la turbamulta y rescatar a los mozos que habían huido del apretón incitado por el Presidente del Gobierno catalán, un Gobierno que, dada su incapacidad, ya ha declarado, por la vía de los hechos, que desea que gobierne la calle, hasta el extremo de que los sindicatos de la Policía autonómica han pedido su dimisión, porque se sienten preteridos en favor de los energúmenos callejeros.
La violencia y la ira han sustituido en Cataluña a lo que pudo ser una ilusionada pasión inicial, hasta el extremo de que los propios independentistas se han declarado la guerra entre sí y actúan al modo de guerrillas aisladas e impedientes, las unas contra las otras. Y, lo más curioso, sabiendo todos ellos que su guerra está perdida, por más que el Gobierno de España lo consienta y, en cierto sentido, lo bendiga:
Fue curioso, además, que se tomase como santuario cívico de referencia el pequeño pueblo de Sant Julià de Ramis, domicilio de Pugdemont antes de su mudanza exprés a Waterloo, y desde allí se impartiese la doctrina de “apretad”, es decir, aislar y colapsar las ciudades, y ocupar los Centros del Gobierno catalán y español, ante la inacción de los poquitos Mossos que en ellos había, con quema de la bandera española y su sustitución por la estelada. E insisto: él es el gobernante y representante máximo del estado español, encargado del mantenimiento del orden, lo que supone su enfrentamiento frontal con los Mossos.
¿El futuro? He leído a Miquel Roca en La Vanguardia: “El futuro se llena de memoria, pero también y sobre todo, de proyecto, de cohesión, de integración. Si de un país hablásemos, sólo vale la pena retener la memoria que une; para dividir y confrontar, la memoria no debería superar la intimidad de cada uno. Estamos en un momento muy difícil que define un futuro incierto... Es más difícil conservar la libertad desde la libertad y defender la democracia desde la democracia que resistir la tentación de imponer los propios criterios considerando que los otros no tienen derecho a defender los suyos. Si no resiste la tentación, la memoria nos dice que todo acaba siempre mal”
La pregunta es ¿cómo, quien? Porque el Gobierno de España está consintiendo que, de manera contumaz y creciente, se viole la ley en Cataluña, se reitere la actitud delictiva. Cataluña, hoy, es un “Estado (sic.) fallido”, sin gobierno, entregado a la calle. Baste lo que ha dicho José Luis Ábalos, Ministro del Gobierno y Secretario de Organización del PSOE: los sucesos -obvio su detalle; se los doy por sabidos- de Cataluña se produjeron de “modo asumible” y el discurso incendiario del Presidente de la Generalidad tuvo una “importancia relativa”, exigiendo a PP y Ciudadanos que “echen menos leña fuego”
Y queda por llegar el día 27.
El artículo 155 no está de adorno en la Constitución.
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