Manuel Valls

Julia Navarro
07:00 • 11 oct. 2018

No vivo en Barcelona, pero la peripecia política de Manuel Valls me parece digna de atención. Como se sabe, tras haber sido nada menos que primer ministro del Gobierno de Francia, ministro del Interior, diputado y alcalde de un pueblo cercano a París, ahora vive en Barcelona y ha decidido meterse en la política española aspirando a la alcaldía de la capital catalana. Puede hacerlo, sin traba legal alguna porque nació en la ciudad que quiere gobernar. Alguno de sus futuros adversarios, madrugando en la campaña electoral, le han tachado de "fracasado". Un repaso a su currículo desmiente semejante insidia, muy propia, por cierto, de quienes vuelan a ras de suelo. Esa es la diferencia con Valls, y eso es lo que más llama la atención en orden a su arriesgada decisión.


Porque, todo hay que decirlo, no es seguro que vaya a ganar las elecciones. La gran ciudad que es Barcelona sufre el populismo y también el nacionalismo excluyente y esos elementos todo lo colonizan. Pero el gesto de un político que tras haber conseguido todo, quiere empeñarse en una aventura de resultado incierto es lo que le convierte en un personaje atractivo. Fuera de lo que se despacha en el espeso mundo que caracteriza la vida municipal. Al embarcarse en esta aventura proclamándose europeísta, socialdemócrata y republicano en el sentido francés del término -"liberté, egalité, fraternité"-, y hacerlo en un ambiente en el que el nacionalismo radical roza la xenofobia, afirma valores que en la Europa de nuestros días están si no en retroceso, sí en peligro. Por obra, precisamente, de nacionalistas y populistas.


Valls ha recordado que Anne Hidalgo, una española nacida en San Fernando (Cádiz), es la alcaldesa de París, la ciudad más cosmopolita del mundo. Valls aporta ese cosmopolitismo que como antídoto contra el nacionalismo excluyente podría devolver a Barcelona el esplendor de los años setenta y ochenta del pasado siglo, cuando era la ciudad de los prodigios. Una ciudad alegre y abierta. En la que se publicaban periódicos por la mañana y por la tarde; con las principales editoriales de España funcionando a tope y con media docena de teatros estrenando las vanguardias europeas. Valls es Europa. La Europa unida y democrática a la que, pese a sus carencias, nunca deberíamos renunciar.






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