El centro de Almería –lo que viene a ser el Paseo y aledaños, vamos– lleva algunos años palideciendo. Los motivos serán los que sean, pero su análisis es tan entretenido que merecería atracción propia en la próxima feria.
El ciudadano medio afirma que la culpa es del exorbitado precio de los alquileres. Se olvida que el concepto ‘exorbitado’ suele formar tándem indisoluble con el precio de los alquileres en los centros de las ciudades. Y que eso se regula por la ley de oferta y demanda. Y más aún: aunque resulte marciano, en la mayoría de ciudades, el centro suele aglutinar la parte más importante de la actividad comercial a pesar de los precios.
La otra causa esgrimida por el soberano pueblo es la falta de accesibilidad en coche al centro. Poco importa que en el 99% de las ciudades, las zonas comerciales más caras y efervescentes sean peatonales. Almería es algo así como ese conductor kamikaze del chiste que conduce en sentido contrario y se queja de que todo el mundo está circulando en la dirección equivocada.
El excelentísimo alcalde también tiene su opinión y su culpable, faltaría más: Amazon y compañía. Y no anda desencaminado. La explosión del comercio electrónico y la feroz competencia que plantean sus gigantes al comercio de retail están transformando la manera de comprar. Pero lo cierto es que Amazon llega a todos sitios y no todos los centros comerciales se marchitan como el de Almería.
Como las explicaciones simples no suelen resolver casi ninguna duda, sería sensato pensar en algo más complejo y que la responsabilidad es una combinación de todos esos factores y alguno más.
Como decía Rodrigo Rato en bochornosa comparecencia en comisión en el Congreso: «¡Eso es el mercado, amigo!». O lo que es lo mismo: no compráis lo suficiente para que sea rentable vender en el centro. Ningún comerciante traslada el chiringo si le da dinero a espuertas.
En este escenario, el poder evocador de algunas imágenes es tremendamente sugerente. Así ocurre con la acción de lanzamiento del flamante Centro Comercial Torrecárdenas. Su departamento de marketing pensó que sería una buena idea la de batir un récord Guinness y extender la alfombra roja más larga del mundo. Seis kilómetros de tela desde la Plaza de la Catedral hasta las puertas del nuevo centro comercial.
No tengo muy claro que se percataran del subliminal mensaje que lanzaba esa acción. Algo así como un «queridos almerienses, disfrutad de esta alfombra y este paseo para abandonar el centro de la ciudad». Falta el cura y el palio. Aunque, bien pensado, esto es un cortejo fúnebre y no una procesión. Descanse en paz el bullicio del centro.
David García (Almería, 1977) es periodista y uno de los responsables de contenidos de la revista Yorokobu y su agencia editorial matriz, Brands and Roses.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/160888/alfombra-roja-para-el-moribundo